El nuevo cromosoma de levadura creado artificialmente y bautizado como SynIII dispone de 273.871 bases de ADN, un número sensiblemente menor de los 316.667 pares del cromosoma original tomado como base. Los científicos han eliminado repetidas secciones que no contienen codificación considerada relevante sobre la organización de las proteínas de la levadura añadiendo a continuación nueva información. De esta manera y tras 50.000 cambios el código genético adquiere nuevas funciones, entre ellas una indispensable que permite engañar al cromosoma para que resulte más fácil la manipulación genética.
Las aplicaciones de esta manipulación genética cromosómica permitirán grandes avances que van desde la obtención de nuevas vacunas a formas más sostenibles de biofuel. Hasta ahora la modificación genética permitía transferir genes de uno a otro organismo pero la biología sintética va más allá en este tipo de diseños permitiendo construir material genético completamente nuevo.
Esta creación del primer cromosoma sintético de un organismo eucariótico ha sido comparado por su importancia con la secuenciación del genoma humano aunque encierra quizás una mayor relevancia al permitir infinidad de usos en campos como la medicina, la biología, la agricultura, la industria química… Los organismos eucarióticos disponen de un núcleo donde se contiene el ADN ordenado en cromosomas complejos, ahora se habría podido “saltar” el salto evolutivo que reside detrás de los mismos para configurar uno de manera artificial.
El gran hallazgo ha sido posible gracias al esfuerzo de un grupo de 50 estudiantes coordinados para trabajar sobre pequeños fragmentos de 750 pares de bases del cromosoma de la levadura.
Apenas un año de trabajo ha sido necesario par obtener este importante resultado aunque la inspiración le llegó en 2010 al director del proyecto, Jef Boeke, en 2010 tras estudiar las alteraciones en el genoma por parte de Craig Venter, responsable de la primera secuenciación del genoma humano. Venter había logrado aislar cadenas de ADN y posteriormente unirlas para crear una versión de una bacteria modificada para incluir en su genoma “marcas de agua” con los nombres de los científicos participantes en el proyecto, pero en el fondo dicha batería continuaba siendo idéntica a la original.
Boeke, incapaz de aspirar a los fondos con los que contaba una empresa privada como la de Venter optó por reclutar un “ejército” des estudiantes así como solicitar la colaboración de laboratorios de instituciones académicas de otras partes del mundo para de manera cooperativa poder llevar a cabo una labor que de otra manera habría sido imposible sin disponer de importantes fondos.
Boeke afirma que ahora les queda por delante un arduo trabajo al continuar investigando las posibilidades de la creación sintética de genomas completos, así como la viabilidad de las células obtenidas
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