Se puede ser aficionado a los autmóviles, entusiasta del motor, enfermo de los Porsche y ya luego está este señor del Porsche estrellado en el salón.
Imagino las risas que se pegará contemplando la cara de las visitas. Una santa, su mujer. También habrá que tener en cuenta que quizá para que le deje meter la parte trasera de un Porsche en el salón, de la que sale una pantalla plana de televisión, es probable que el buen hombre haya comprometido todos los fines de semana de lo que le queda de vida en la obligación de acompañarla de compras al centro comercial. Santo varón y caro capricho. ─[Autoblog]
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