La tecnología nos suena a chino
Los ordenadores y smartphones del gigante asiático inundan los mercados de todo el mundo, mientras Beijing endurece el control sobre Internet y coquetea con grandes firmas occidentales.
Ciberespionaje y piratería
Lo cierto es que Google no ha sido el único organismo que ha acusado a la dictadura china de realizar actos de ciberterrorismo. Ya lo confirmó el mismísimo FBI el pasado año, al presentar un informe que apuntaba que los “agentes chinos son los más activos y persistentes perpetradores mundiales de espionaje económico”, además de señalar que tanto “compañías privadas como especialistas en el ciberespacio han descubierto numerosos ataques e incursiones en redes de ordenadores originados en China”. Igualmente, un estudio de McAfee ha señalado que China lleva cinco años realizando actos de ciberespionaje a un total de 72 organizaciones, entre ellas la ONU el Comité Olímpico Internacional o los gobiernos de EEUU y Corea del Sur.
Por supuesto, Beijing siempre ha negado la mayor, pero lo que no ha podido ocultar ha sido la proliferación de la piratería en el gigante asiático durante los últimos años. Según una estimación realizada en 2009 por Business Software Alliance, un 79% de los ordenadores que funcionan en el gigante asiático lo hacen con programas pirateados, cuya venta entre 2005 y 2009 habría alcanzado los 7.580 millones de dólares (más de 5.800 millones de euros).
Incluso Microsoft, que ha pasado por el aro de la censura china, ha lamentado en varias ocasiones la falta de avances en la defensa de la propiedad intelectual en el país asiático. En este sentido, el director ejecutivo de la compañía, Steve Ballmer, lamentó no hace mucho que la piratería en China sea mayor entre las empresas que entre los particulares, aunque reconoció estar trabajando con las autoridades del país para mejorar la situación.
El pasado mes de junio, los responsables de hasta 12 compañías de software estadounidenses, entre ellas la propia Microsoft, se reunieron con abogados y funcionarios del Ejecutivo de Barack Obama para convencerles de la necesidad de incrementar la presión sobre la dictadura comunista y lograr así que se ponga de una vez por todas manos a la obra en la búsqueda de una solución que provoca cada año pérdidas millonarias a las grandes firmas tecnológicas.
Una de las más afectadas, a pesar de sus buenas relaciones con Beijing, es Apple. Basta con caminar por cualquier ciudad china para toparse con infinidad de tiendas piratas que calcan a la perfección tanto los símbolos de las franquicias oficiales como los productos, los precios e incluso la vestimenta de sus trabajadores. Tan es así, que al ser preguntados por los sorprendidos turistas occidentales, algunos de estos empleados se muestran convencidos de estar trabajando realmente para la firma de la manzana.
Pero lo cierto es que las únicas tiendas oficiales de Apple en el país son las de Beijing y Shanghai, razón por la que se vieron colapsadas tras el lanzamiento del iPhone 4S, entre otras razones porque en sus puertas se agolparon cientos de vendedores ilegales deseosos de adquirir los nuevos terminales para después falsificarlos y revenderlos en las improvisadas ‘sucursales’ que la compañía posee, contra su voluntad, por toda la geografía china. Pese a todo, el régimen chino sigue dedicando sus esfuerzos en la búsqueda de métodos que permitan aumentar el control sobre Internet y mantener la expansión de sus principales firmas tecnológicas por todo el mundo, pero parece hacer oídos sordos en lo que al tráfico de productos pirateados respecta.