Hace apenas unos días, Future Life Institute (FLI) publicó una carta abierta que apuntaba las prioridades de la investigación para el desarrollo responsable de la IA y el aprovechamiento de las aplicaciones que esta tecnología puede traer a la sociedad.
Cabe recordar que el FLI está liderado por Max Tegmark, profesor en el MIT, y Max Jaan Tallinn, cofundador de Skype, contando en su consejo con personalidades como Stephen Hawking –físico astrofísico y cosmólogo-, Elon Musk –físico y cofundador de PayPal, SpaceX y Tesla Motors- y varios científicos más.
El manifiesto viene acompañado de un documento que detalla algunos de los ámbitos en los que se ha de investigar preferencialmente en el desarrollo de la IA, como el impacto que puede tener en la sociedad la automatización de determinadas tareas que actualme desempeñan humanos, los conflictos éticos que pueden surgir, las dificultades que pueden aparecer a la hora de corregir un sistema de IA o desactivarlo, etc.
En sus conclusiones, el manifiesto afirma que “el éxito en la búsqueda de inteligencia artificial tiene el potencial de traer beneficios sin precedentes a la humanidad; por lo tanto, vale la pena investigar cómo maximizar estos beneficios evitando peligros potenciales”. Así, remarca que hay que trabajar con el fin de “garantizar que la IA sigue siendo robusta, beneficiosa y alineada con los intereses humanos”. Sobre todo, remarca que los sistemas de IA “deben hacer lo que queremos que hagan”.
Stephen Hawking alertó que “el desarrollo de la IA podría significar el fin de la raza humana”, como recogía ABC. Así, advertía que los robots “podrían llegar a tomar el control y se podrían rediseñar a sí mismos”, desplazando a los humanos. Por eso, el FLI apuesta por la investigación para evitar ese escenario apocalíptico.
Amparo Alonso, presidenta de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial (AEPIA), opina que este documento “es una llamada de atención al posible mal uso de una tecnología. En realidad, si se lee el manifiesto, todo lo que se comenta es bastante razonable, desde el punto de vista ético. Lo que más ha llamado la atención son las declaraciones de Stephen Hawkings, quizás un tanto exageradas por los medios. Simplemente comenta la necesidad de trazar líneas éticas en la investigación en IA. Y también destaca sus importantes beneficios, uno de los cuales es su propio sistema de comunicación con el exterior. Todas las tecnologías tienen un cierto peligro, más o menos alto, de un uso peligroso, como en el caso de la energía nuclear, internet u otras disciplinas, como los últimos logros en genética. La seguridad total es imposible, pero todos debemos colaborar para un uso ético de cualquiera de las tecnologías en las que investigamos”.
Esta tecnología está en plena eclosión y cada vez son más las aplicaciones que llegan a la sociedad. “La IA está presente en la vida diaria de todos nosotros, con aplicaciones de búsqueda en internet; sistemas de agregación de noticias; sistemas de recomendación personalizada; gestión de concesiones de créditos o detecciones de fraudes; funcionamiento de electrodomésticos; gestión de sistemas de transporte metropolitano; gestión de subastas; monitorización de procesos industriales; corte optimizado de materiales para la industria textil; visión artificial en aplicaciones clínicas; reconocimiento de voz en servicios telefónicos; etc. En un futuro muy cercano podríamos tener robots en casa que puedan ayudarnos en tareas del hogar y robots que nos guíen en una ciudad desconocida o que ayuden a personas con problemas de movilidad o memoria. Incluso hemos visto videos de demostración de drones inteligentes que ensamblaban una torre eléctrica en un lugar poco accesible”, especifica la presidenta de AEPIA.
Y aún hay más: traductores automáticos, sistemas de monitorización inteligente en diferentes ámbitos –vigilancia en entornos clínicos, hogares de personas mayores o dependientes, entornos con necesidad de control como aeropuertos o estaciones de tren, mantenimiento de equipos en industria…-, desarrollo de mejores interfaces entre humano y computadora, sistemas de tutorización inteligentes, etc.
“Entre los logros más conocidos encontramos los coches sin conductor; el programa ‘Watson’ de IBM, que ganó el concurso americano “Jeopardy!’; el sistema para jugar al ajedrez ‘Deep Blue’ de IBM, capaz de ganar a un campeón del mundo como Kasparov; o el asistente personal Siri de Apple”, apunta la presidenta de AEPIA. Incluso ya hay algún sistema capaz de pasar el ‘test de Turing’, que determina la inteligencia de una máquina. “Se ha superado por primera vez usando un ‘chatbot’ -robot programado para charlar online- que dice llamarse Eugene Gootsman y ser un niño ucraniano de 13 años. Fue capaz de convencer al 33% de los jueces que participaron en la prueba de que estaban chateando con un niño real”, señala Alonso.
Los continuos avances hacen que se planteen dudas similares a las que surgieron con la revolución industrial y los movimientos ludistas, que protestaban contra la destrucción de empleo que suponía el avance de las máquinas. La revolución que trae la IA también supone un desafío para el mercado laboral, ya que las máquinas serán capaces de realizar tareas que jamás habríamos pensado que podrían dejar de ser realizadas por personas.
¿Nos dirigimos a una ‘era de los robots’? Un estudio del MIT y las universidades de Oxford y Sussex publicado el pasado verano advertía que los robots acapararán más de la mitad de los trabajos en un futuro próximo. Asimismo, un informe de la Universidad de Oxford adelantaba que la IA hará desaparecer el 47% de los empleos en Estados Unidos. Y Bill Gates vaticinó en 2013 que nos encaminamos hacia una “segunda era de las máquinas”.
La USC Institute for Creative Technologies ha sido capaz de desarrollar ‘Ellie’, una terapeuta virtual capaz de prestar atención psicológica a los soldados que vuelven de la guerra con el denominado ‘síndrome postraumático’, como recogía TICbeat. Y también hay robots capaces de escribir noticias, como informaba El País. De momento, se limitan esencialmente a temas deportivos, económicos o aquellos en los que los datos y estadísticas representan la parte más relevante de la información, aunque la IA sólo acaba de destapar sus capacidades. De igual modo, un robot dotado de IA podría realizar labores de prescripción y sustituir a los comerciales y asesores en todo tipo de empresas, basándose en Big Data para hacer recomendaciones en función del perfil y necesidades del cliente. La consultora Deloitte y la Universidad de Oxford incluso se han atrevido a hacer un pronóstico de los empleos que se verán más afectados por la llegadas de los robots.
Según el estudio de la Universidad de Oxford, la sustitución de los trabajos por máquinas llegará en dos etapas. En la primera, se reemplazará a las personas en áreas particularmente vulnerables, como transporte, logística y administración, así como en oficios en torno a la construcción, las ventas y los servicios. La siguiente fase vendrá con una segunda ola impulsada por grandes avances en IA y computación cuántica, haciendo peligrar profesiones relacionadas con la ciencia, el arte, la ingeniería y el marketing. No obstante, esta evolución hará que surjan nuevos empleos más cualificados y especializados, como ya ocurrió con el desarrollo de la informática. “Es difícil prever el futuro, pero una conclusión plausible es que el tipo de trabajo que realizaremos los humanos será diferente, quizás de mayor nivel intelectual. Y también trabajos de tipo artesano y manual, que cada vez son más valorados, requieren una alta especialización y, en muchos casos, nutren a la industria del lujo”, aclara Alonso.
Las compañías tecnológicas están dando los pasos necesarios para no quedarse atrás cuando se produzca esta revolución. Una de las más activas es Google, con desarrollos tan conocidos como su coche autónomo. En el último año ha adquirido empresas de robótica e IA como Boston Dynamics o DeepMind. Y en otoño anunció la contratación de académicos de Oxford con el fin de profundizar en la investigación de IA. Asimismo, está aplicando la IA para maximizar el rendimiento de sus centros de datos, aprovechar la tecnología gestual o avanzar en el reconocimiento de voz. Facebook también está tomando posiciones en este campo. A finales de 2013 creó un laboratorio de investigación en IA. Y su CEO, Mark Zuckerberg, ha invertido en Vicarius, una compañía especializada en IA.
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