Desaceleración, recesión, debilidad, atonía, crisis. Estos son algunos de los términos que actualmente suelen aparecer en los más distintos artículos económicos que relatan la situación actual de la Europa y más concretamente de España. Pero… ¿al final se puede o no hablar de crisis ?
Distintos expertos en economía coinciden en que la situación que se vive en España y en Europa es efectivamente una situación de crisis económica. El alza de los precios del petróleo (170% en 10 años), las dificultades manifestadas con la globalización de la economía, la tendencia a la baja en la productividad Europea y la crisis económica y financiera en EEUU, son algunos de los criterios que empujan a la economía Europea hacia una situación de crisis efectiva.
Analizando diferentes indicadores económicos y datos estadísticos, esta situación se hace más evidente, por ejemplo, según datos de OCDE el crecimiento económico de la zona del euro cayó desde el 2,1 de 2007 hasta un 1,4 de 2008 (previéndose el 1,7 para 2009). Según informa el INE, el PIB en España contó con una variación negativa del 3,9 en 2006, situándose en un 3,8 en 2007, 2,2 en 2008 y previéndose un 1,8 para 2009.
Añadiendo a esto la tendencia de caída de la demanda nacional, la baja de las tasas de empleo y productividad, la subida de las materias primas y costes de producción, el incremento de la inflación por séptimo mes consecutivo y la escalada del Euribor, se empieza a diseñar un entorno de recesión que, según defienden algunos expertos, se podrá constatar hasta el verano de 2009.
Tomar conciencia del problema es el primer paso para solucionarlo
Efectivamente, además de los problemas propios del entorno económico, actualmente las empresas operan en una realidad de cambios constantes, con variables de mercado extremadamente volátiles, en un entorno competitivo altamente versátil. Para ampliar o mantener su rentabilidad, las compañías necesitan buscar constantemente soluciones eficaces de gestión, evaluar bien sus indicadores, tomar decisiones, asumir riesgos controlados. Esto significa que el paradigma de agilidad de las empresas asume una importancia vital en los días de hoy.
Las decisiones han de basarse en criterios seguros y en información fiable. No es posible concebir una compañía sólida sin una gestión eficiente de sus recursos empresariales; por eso, tampoco podemos imaginar una toma de decisiones basada exclusivamente en la sensibilidad. El mercado no nos da margen de error para fallos que acabarán ocurriendo.
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