Premios en concursos. Asociaciones con terceros. Préstamos. Crédito comerciales o bancarios. Capital propio. Y muchas veces los ahorros de familiares y amigos que, bien por fe o por pura solidaridad, deciden invertir en la start-up de sus allegados. Éstas son las principales fuentes de financiación que los emprendedores cuentan a día de hoy para dar cuerpo a sus sueños. O eran, ya que durante los últimos meses ha crecido con fuerza la alternativa de pedir dinero a través de Internet a personas desconocidas a las que les pueda interesar impulsar determinado proyecto.
Es lo que se ha dado en llamar “crowdfunding”, algo así como financiación en masa, cuyo funcionamiento bebe directamente de las clásicas donaciones. Pero que en la práctica, y gracias a la existencia de gigantescos entramados de usuarios en comunidades online y redes sociales, acelera la organización y el procedimiento de recaudación de fondos. Borra del mapa a los intermediarios y fomenta el feedback directo con los receptores. Mientras que la evolución de las tecnologías de micropagos garantiza el cumplimiento de los niveles de seguridad necesarios para cualquier tipo de transacción. Detrás flota la idea de que si se facilita la realización de pequeños cargos y se otorgan ciertas recompensas, la gente no dudará en colaborar.
¿Qué tan cierto es esto? Al sector del arte, por ejemplo, ya le está funcionando. El grupo madrileño Canteca de Macao conseguía a finales de año rebasar los 20.000 euros que necesitaba para lanzar su cuarto disco, y todo gracias a las contribuciones de 656 seguidores. El mínimo que se requería eran 10 euros a cambio de una descarga digital anticipada de las canciones y añadir la foto del contribuyente a la portada; el máximo, 2.000. En este último caso se retribuía, entre otras cosas, con un concierto acústico privado para 40 personas. Aunque quizás el caso patrio más conocido sea el del largometraje de ciencia ficción El Cosmonauta, que ha combinado el uso de licencias Creative Commons y la distribución gratuita de todo el metraje grabado con el crowdfunding durante la fase de producción. En sólo 72 horas logró recaudar la friolera 60.000 euros y tres años, 3.757 productores y 502 inversores después, la película ya ha reunido 462.340 euros. Esto es, el 54% de todo su presupuesto.
El último éxito, ya fuera de nuestras fronteras, lleva el sello del diseñador californiano de títulos como Grim Fandango o Psychonauts, Tim Schafer. Con la intención de reunir 400.000 dólares para desarrollar el videojuego Double Fine Adventure, grabó un vídeo de promoción que corrió por la red como la pólvora y en sólo un día triplicó por tres sus objetivos. Al cabo de un mes la iniciativa ya superaba los 3 millones de dólares. En su país, además, se han emprendido reformas políticas para legalizar la financiación en masa a través de pequeñas cantidades de dinero, fijando en 1 millón de dólares el máximo anual por la venta de acciones a inversores individuales y eliminando trabas burocráticas en las etapas iniciales de formación de una empresa.
¿Cómo promocionarse?
Para ello existen plataformas web de mecenazgo como la pionera Kickstarter, sin la que hoy no existirían proyectos como la red “anti-Facebook” Diáspora y que permite crear perfiles públicos con los que presentar una idea al mundo y establecer plazos para realizar la colecta. Este modelo ha sido reproducido en idioma español por las páginas Verkami, Lánzanos, partiZipa y Goteo. La primera, que en esperanto significa “amante de la creación”, sólo hace llegar el dinero a los aspirantes que cumplen sus objetivos mínimos en un máximo de 40 días. La segunda permite a los donantes elegir entre recompensas. La tercera difunde ideas de negocios que todavía están tomando cuerpo. Y la cuarta hace hincapié en la creación de bienes licenciables bajo copyleft y, por lo tanto, con retornos al procomún.
Pero no están solas, de hecho la lista es casi infinita. Otros nombres conocidos por presentar alternativas económicas son Injoinet y SeedQuick, donde también se pueden sugerir mejoras en el plan de empresa del producto o servicio; la plataforma de seguimiento para emprendedores Volanda; la solución orientada a creadores latinos iDÉAME; la herramienta LoHagoPor, con la que plantear retos solidarios en favor de distintas ONGs; La Tahona Cultural, que sólo admite trabajos de artes escénicas, plásticas, música, diseño, escritura y audiovisuales; y Rock The Post, una comunidad de encuentro entre emprendedores y fondos de capital, con vocación social.
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