La capacidad de esta instalación, hecha realidad por la empresa española Abengoa, es de 280 MW y es capaz de continuar produciendo energía allí donde el resto de las plantas termales del mundo se detiene: tras la puesta de sol.
Habitualmente el funcionamiento de este tipo de instalaciones se basa en colocar una enorme cantidad de reflectores que dirigen y concentran la la luz solar recibida en un único punto donde ese elevado calor (pensemos en miles de espejos concentrando el sol en un único punto) calienta un fluido que hace moverse a una turbina que produce la deseada energía eléctrica. En cuanto el sol desaparece por el horizonte se acabó lo que se daba hasta el siguiente amanecer. Esto no sucede en Solana.
Hasta seis horas después de haberse puesto el sol esta planta obra de Abengoa continúa generando electricidad gracias a seis tanques que contienen 125.000 metros cúbicos de sal que también reciben parte de ese calor generado durante el día por los 2.700 reflectores de la planta de generación. Dicho calor acumulado es capaz de continuar manteniendo elevada la temperatura del fluido que mueve la turbina por lo que incluso sin el aporte del reflejo de la luz solar dicha turbina continúa en movimiento y por tanto produciendo energía.
En palabras de Don Brandt, presidente de la empresa local que explota esta planta, con un avance como el que supone esta planta construida por Abengoa el estado de Arizona podría convertirse en la capital solar de Estados Unidos de América.
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