Los operadores de telecomunicaciones han apoyado tradicionalmente su servicio en una red que era una simple infraestructura de transporte, mientras que los sistemas que posibilitaban las comunicaciones y la prestación de servicios se desplegaban en las oficinas del cliente.
En las últimas décadas, empresas de todo el mundo han invertido miles de millones de euros en la adquisición, puesta en marcha y mantenimiento de costosísimos y enormes equipos que debían amortizar rápidamente para mantener niveles aceptables de eficiencia.
El desarrollo de grandes redes con capacidad para transmitir millones de megabits por segundo ha cambiado radicalmente el panorama de las telecomunicaciones. Las Redes de Futura Generación (NGN) que han entrado en funcionamiento en los últimos años llegan a un mercado que, a nivel de infraestructuras, se llegó a decir en el pasado que rozaba la saturación. Sin embargo, aportan un elemento clave para la competitividad: la inteligencia.
Sobre las nuevas redes inteligentes se han comenzado a desplegar aplicaciones ideadas para atender las necesidades de las empresas hoy: son novedosas, interactivas, fiables y disponibles en tiempo real. En este escenario, las empresas tienen a su alcance una completa oferta de servicios innovadores que pueden alquilar y pagar por uso, lo que les aporta enormes ventajas económicas, operativas y tecnológicas particularmente en época de restricción de presupuestos. Además, basta con una conexión IP para acceder a tecnologías de última generación en cualquier momento y lugar, independientemente de la tecnología de acceso utilizada (DSL, Fibra, Radio, 3G).
Gracias al crecimiento del ancho de banda y los ahorros en equipos que propicia tal esquema, podemos esperar una rápida expansión de este modelo de negocio. Las empresas asumen cada vez más las ventajas de centrarse en su negocio y encomendar la gestión de redes y servicios asimilados a compañías experimentadas, que comprometen niveles de calidad y fiabilidad por contrato. De hecho, ya se aprecia cierto resurgir de los ASPs en áreas tan relevantes como la telefonía sobre IP o servicios verticales tales como la gestión y transmisión de música y vídeo de alta calidad.
Vivimos en la era de la movilidad y la convergencia, con la vista puesta en la posibilidad de acceder a cualquier contenido, desde cualquier lugar y con cualquier dispositivo tecnológico. Los servicios se desligan de los activos físicos a los que han estado vinculados durante décadas y se rompen las barreras que impedían la convergencia de sistemas fijos y móviles, Wi-Fi y GSM, voz y datos,… Todo es convergente, más móvil y más flexible, en línea con la desaparición de las barreras tecnológicas y geográficas. La información está en la red, no en un equipo concreto.
La virtualización, entendida en el mundo informático como método de abstracción de recursos, se traslada al mundo de las telecomunicaciones, donde las nuevas redes ya están preparadas para compartir plataformas y recursos entre muchos usuarios. En Interoute llevamos varios años trabajando en ello.
El cambio fundamental para que las ventajas de estas tecnologías puedan ser trasladadas al cliente final es que la abstracción de recursos está ahora más cerca de los usuarios en forma de servicios gestionados, cada vez en más ámbitos de las TIC. Menor o nula cantidad de máquinas en las instalaciones del usuario y más servicios que residen en la Red, para que los recursos estén disponibles desde cualquier punto y en cualquier momento. Se trata de una orientación a los servicios –el mercado de software de virtualización crece desde los 560 millones de dólares de 2005 a 810 millones hoy y 1.800 millones en 2009, según recientes estimaciones de IDC– y no a la tecnología. La Web 2.0 es un buen ejemplo de ello.
Para que esto sea posible, se están llevando a cabo importantes cambios evolutivos en la arquitectura de las NGN, que integran los servicios de voz, datos y multimedia (como el vídeo) en paquetes del mundo IP, independientemente del medio físico utilizado para llegar al cliente.
Para construir y alojar los servicios en la Red, ésta debe estar preparada desde su concepción, reduciendo el número de niveles físicos y lógicos. Ha de contar con la facilidad de virtualización del ancho de banda, desde 1 Gbit/s hasta 100 Gbit/s sin intervención humana. Los equipos deben adaptarse rápidamente al crecimiento, a sus propios fallos y a actualizaciones constantes sin interrupciones para añadir más potencia de cálculo (CPU) o más recursos (memoria, disco).
Este nivel de Red “Todo IP” tiene el potencial de proporcionar a los operadores nuevos modelos de negocio, donde el medio de acceso importa menos y las ventajas están en los servicios. Los clientes de servicios alojados disfrutan de mayor flexibilidad en la introducción de nuevas características, rapidez en la provisión, eficiencia en la utilización y explotación y escalabilidad para adaptarse al crecimiento y a los cambios, independientemente de la plataforma.
En lugar de máquinas físicas, nos habituaremos a adquirir servicios ligados a máquinas virtuales, que quizá aparezcan “empaquetadas” como sus equivalentes físicos, pero en realidad serán un conjunto de recursos en forma de archivos en disco o espacio de proceso compartidos por varias CPU. Esto, por supuesto, ha de ser transparente en la práctica tanto pare el usuario final como para el cliente que compra el producto.
En este nuevo contexto, las empresas mejor situadas no serán las que más gastan en tecnología, sino las que saben elegir la solución disponible más adecuada a sus necesidades y comprometer el mayor esfuerzo inversor en el desarrollo de su propio negocio.
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