Era el 3 de abril de 2010 cuando la primera generación del tablet de iPad se dio a conocer inaugurando oficialmente la era del tablet, aunque anteriormente hubo otros intentos que no terminaron de fructificar, incluido uno de la propia Apple, el célebre Newton.
Ejecutaba iOS, el mismo sistema operativo del por entonces ya muy popular iPhone, con lo que se aseguraba de entrada una nutrida base de aplicaciones compatibles, aunque la diferencia de tamaño de pantalla y resolución de la misma permitía el florecimiento de todo un arsenal de nuevas apps específicas para el iPad que con el tiempo llegarían a contarse por millones.
Hubo desde el principio rendidos admiradores, escépticos indiferentes, encendidos oponentes y un buen número de curiosos que prefirieron esperar hasta tener uno en sus manos y darse cuenta de que lo que para muchos era una sarta de defectos (demasiado grande para llevarlo como si fuera un móvil, demasiado carente de potencia o teclado para sustituir a un portátil…) terminó convirtiéndose en su mayor virtud: el equilibrio.
Así lo atestigua el dictamen de IDC del que os hablábamos aquí en The Inquirer la semana pasada, con las ventas de tablets a punto de superar por primera vez a las de PC en todo el mundo. No es un sustituto pero sí un complemento que amplía la capacidad de uso del móvil por el tamaño de la pantalla y facilita el transporte debido a su mayor ligereza (y autonomía energética) con respecto a los portátiles.
De lo primero, además, es también buen ejemplo la evolución de las pantallas de los smartphones, cada vez mayores. Y del papel catalizador de la industria electrónica que tuvo el iPad hace hoy justo tres años es también buena prueba la infinidad de marcas que han apostado por sacar el suyo propio (en parte gracias también al SO Android) así como un elemento que ha terminado retroalimentando la influencia hacia Apple: alguien se dio cuenta en algún momento que para determinados usos o usuarios un tablet con pantalla de dimensiones similares a la del iPad (9,7″) era demasiado grande y apostó por los tablets de 7″. A pesar de la firme negativa inicial de Steve Jobs a que la manzana mordida tuviese un tablet de ese tamaño casi al año de su fallecimiento en Cupertino daban su brazo a torcer lanzando el iPad mini.
Con este aparato se completaba la gama de dispositivos móviles: iPhone, iPod touch, iPad mini y el iPad, que ya va por su cuarta generación.
Un año después de aparecer llegó el iPad2, con bordes redondeados, cámara de fotos y mejoras varias en los apartados habituales: procesador, memoria… Al año siguiente y tras la habitual rumorología Apple presentaba no el por algunos esperado iPad3 sino simplemente “el nuevo iPad“, que sumaba una cámara aún mejor a los habituales crecimientos en prestaciones de cada generación pero cuya gran novedad fue la incorporación de una pantalla con sistema Retina Display, ya visto anteriormente en el iPhone y que con su gran concentración de píxeles por pulgada permitía visualizar los contenidos de manera que por mucho que acercásemos los ojos a la pantalla no podríamos distinguir los píxeles que forman la imagen. Debido al alto consumo de este tipo de pantalla la forma se mantuvo con respecto a su antecesor pero aumentó el grosor y el peso.
Por último, y hace medio año, apareció un “nuevo iPad” (casi todo el mundo continúa refiriéndose a iPad3 y a iPad4 para distinguirlos) cuya máxima novedad era incluir el nuevo conector Lightning que ya es común al resto de dispositivos móviles Apple, especialmente al iPhone5. La aparición de este último (el actual) iPad fue recibido con cierta tibieza por parte de los potenciales compradores y con una notable irritación por parte de quienes apenas medio año atrás habían adquirido “el nuevo iPad” de entonces para ver como su flamante dispositivo quedaba “desfasado” en unos seis meses.
El consuelo que queda es que todo hace indicar que antes del verano Apple presentará otro nuevo iPad (para entendernos, iPad5) en el que la mayor revolución parece ser un cambio en el formato físico inspirado por la línea más estilizada del iPad mini, manteniendo el tamaño y la proporción de la pantalla pero con unos bordes laterales más estilizados de manera que la apariencia externa es que el tablet será más apaisado.
Será un buen modo de afrontar el cuarto año de vida del iPad.
vINQulo
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