No estamos hablando de un proyecto inconcreto o por el que se apueste débilmente.
Una plantilla de 500 empleados con un presupuesto de 200 millones de dólares ya están trabajando en un mercado potencial al que en Cisco han bautizado como Internet of Things, el Internet de las cosas, por el que la Red llegaría a través de chips y sensores a objetos cotidianos en casa, el trabajo, colegios e institutos, en aeropuertos, estaciones, por la calle…
Esta división de Cisco está comandada por Rob Soderbery, anterior vicepresidente de la empresa y supone una decidida apuesta por ampliar la comunicación entre objetos que actualmente no son acreedores de la etiqueta “inteligentes” pero que adquirirían esta condición al recibir la instalación de los dispositivos en los que comienzan ahora a trabajar y que permitirían que se pudiese interactuar a través de la Red con las persianas de casa o la lavadora, que la fotocopiadora encargue el tener cuando se termine o que un semáforo indique si se ha averiado para que a acudan los operarios de mantenimiento a repararlo.
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