Un equipo de físicos de la Universidad Científica Tecnológica de Shangai ha podido calcular la velocidad a la que se produce la variación del estado cuántico de una partícula cuando otra que se encuentra enlazada a la misma experimenta una alteración.
En el experimento se emplearon fotones separados por 16 kilómetros de distancia pero que habían sido previamente enlazados a nivel cuántico, es decir, sus estados cuánticos reflejaban respectivamente la modificación forzada en el otro. En concreto se alteraba la polarización vertical de un fotón y se ha podido comprobar el escaso tiempo transcurrido hasta que el fotón enlazado cuánticamente replicaba dicha variación.
La mecánica de la prueba consiste en enviar a dos lugares opuestos ambos fotones entrelazados, por lo que cada uno de ellos mostrará una polarización opuesta. A partir de ahí, si sometemos a uno de ellos a un proceso que haga variar dicha polarización se producirá en un escaso espacio de tiempo una modificación a la inversa en su pareja. Si desde el punto medio hemos enviado el fotón A hasta 8 kilómetros a la derecha y el B hasta 8 kilómetros a la izquierda y el A presenta una polaridad arriba, el B estará en polaridad abajo. Si alteramos el A hasta que su polaridad es abajo de forma casi instantánea el B cambiará a polaridad arriba sin que se efectúe acción alguna sobré el mismo.
En concreto la velocidad a la que se produjo la modificación por parte del fotón que permanecía a la espera equivalía a 3.000.000.000 de kilómetros por segundo, lo que es 10.000 veces más rápido que la velocidad de la luz. Pero ahora viene la pega: se puede cambiar la polarización de un fotón pero hasta que no se comprueba dicha alteración no se conoce el estado de la misma.
El entrelazamiento cuántico ya fue predicho por Einstein y fue el famoso Schrödinger, el del gato quien estableció la dificultad de conocer determinada información hasta que no la medimos. E este caso eso se lo que sucede, hasta que no se mide dicha polarización no sabemos si es arriba o abajo y de ahí la dificultad para, por ejemplo, emplearlo a modo de telégrafo binario a velocidad superlumínica. Es decir, podría transmitirse información a alta velocidad, el problema sería concretar qué información se ha enviado y recibido.
Ahora queda por delante averiguar cómo aprovechar esta vertiginosa velocidad, probablemente el sueño dorado de la informática y las telecomunicaciones, olvídate del retardo en las transmisiones de información interplanetarias, de hecho algunos físicos teóricos incluso elucubran que al poder enviar información a mayor velocidad que la luz podrían enviarse mensajes que llegarían antes de ser enviados, aunque quizá lo más cercano a la ciencia-ficción que veamos algún día fruto de esta tecnología sea algo parecido al ansible que ideó Ursula K. Le Guin y popularizó Orson Scott Card.
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