Inteligencia Artificial, cuando la ética es una obligación

Sin duda es una de las protagonistas de la evolución digital de nuestra sociedad. La Inteligencia Artificial (IA) no sólo se ha erigido ya como una de las tecnologías con más presencia entre las innovaciones tecnológicas a las que asistimos sino también como una de las que más recorrido va a tener.

La IA actúa como un habilitador y acelerador de procesos que los humanos no podrían hacer por sí solos: predicción de interrupciones y continuidad remota de negocios; optimización de tiempos de gestión; automatización de decisiones inteligentes y procesos; además de un fortalecimiento de la experiencia de clientes y empleados, afirman desde SAS.

Unas “bondades” de las que empresas y gobiernos no quieren quedarse al margen.

Así, el Gobierno español incluso ha presentado ya su Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA), un plan que, aunque todavía no definitivo, buscar potenciar esta tecnología para la recuperación económica.

De hecho, según se anunciaba en la presentación de dicha Estrategia, el Gobierno tiene previsto invertir 600 millones de euros hasta 2023 en su desarrollo.

Y es que las mejoras tanto para empresas como ciudadanos que la IA ofrece son muchas, algunas imprescindibles en una sociedad digital como en la que vivimos.

La aceleración de la digitalización

El año que cerramos, 2020, quedará marcado en la historia como el año en el que la transformación digital se hizo una realidad obligada.

La crisis provocada por el COVID fue la causa y razón de que la transformación digital de empresas y, cómo no, ciudadanos se impusiera, además, en tiempo record.

Como señalan desde SAS, según datos de abril 2020, el 59% de la población mundial tiene acceso a internet, con 4.570 millones de usuarios activos, casi un 3% más que en enero de 2019. De esas personas, 4.200 millones están activas en dispositivos móviles.

“A diario las personas generan miles de millones de datos. Hoy, la sociedad vive la mayor parte del tiempo en línea, pero la pandemia aceleró una realidad que estaba a la vuelta de la esquina: teletrabajo, educación remota, telemedicina y ciudades conectadas”, explica Andrés Villa, Big Data & Analytics Solutions Specialist de SAS.

Lo cierto es que, debido a la crisis sanitaria, el mundo experimentó un avance de 5 años de adopción digital por parte de consumidores y negocios en un lapso de 8 semanas, de acuerdo a un estudio publicado por Mckinsey.

Una digitalización en la que la IA tiene un papel protagonista y cada vez mayor.

IA en la predicción de comportamientos, en la automatización de robots, en la lucha contra enfermedades como el cáncer, en la gestión y selección de empleados, en la gestión de residuos, en asistentes virtuales, en combatir la ciberdelincuencia

“La Inteligencia Artificial nos rodea en las ciudades, incluso está siendo utilizada para fines de seguridad. Muchos aeropuertos tienen soluciones que permiten cruzar las imágenes tomadas en tiempo real con listas negras para filtrar a las personas que ingresan al país. Al mismo tiempo, está ayudando a algunos departamentos de policía en el mundo a identificar crímenes”, explica Villa.

Pero ¿son todos sus usos y aplicaciones lo “transparentes” que deberían?

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Las dos caras de la IA

La aplicación de la IA no siempre es inocua y menos aún beneficiosa sin más. De hecho, son cada vez más las voces que alertan sobre cómo, si su aplicación no es la correcta, la IA puede llevar a sistemas en los que, por ejemplo, se discrimine discriminar por género, orientación sexual, raza, religión, discapacidad u otros motivos similares.

Así, desde SAS,  se preguntan: “Aunque la recomendación de películas, aplicaciones y ropa, basadas en comportamientos de consumo es una arista bien recibida por los usuarios; ¿qué pasa si la IA es la que define la selección de beneficios estatales o de salud? Es algo más delicado y nos muestra las dos caras de la moneda que tiene cualquier tecnología”.

“Tiene que existir la conciencia de que el ciudadano está inmerso día a día en la IA. Todo lo que nos rodea tiene cierta inteligencia y está conectado a sistemas que usan datos para comprender mejor a los consumidores y ofrecer mejores recomendaciones. Pero ¿qué pasa si el algoritmo decide que no vas a recibir cierto beneficio social? ¿bajo qué parámetros se tomó esa decisión?, ¿sería una decisión justificada para ti?”, apunta Andrés Villa, Big Data & Analytics Solutions Specialist de SAS.

“Si bien ofrece beneficios, es momento de restringir lo que se hace con ella y parametrizar el uso de los datos y la información que existe. Los gobiernos, empresas y marcas deben entender que no pueden utilizarla sin un consentimiento previo”, afirman desde SAS.

Una reflexión que ya hemos visto comparten otros importantes jugadores de la industria TI.

Sin ir más lejos, en nuestro país, hace ya tiempo que Telefónica anunciaba sus Principios de Inteligencia Artificial, una serie de pautas que regirán sus proyectos y que giran en torno al impacto positivo que la tecnología debería tener en la sociedad.

También SAP hacia pública la creación de  un grupo asesor de ética de Inteligencia Artificial con el que la compañía busca “garantizar una IA ética, que sirve a la humanidad y beneficia a la sociedad”.

En la misma linea, el fundador de LinkedIn, Reid Hoffman, y el fundador de eBay, Pierre Omidyar, han financiado, junto a otros inversores, un fondo de 27 millones de dólares para fomentar la ética y la responsabilidad de la inteligencia artificial (AI).

Iniciativas que muestran cómo la preocupación por el correcto desarrollo de la IA es una preocupación común y creciente en el seno de la sociedad o, al menos, en el de las compañías de TI.

“Desarrollar leyes para el uso y regulación de la tecnología, así como abrir debates éticos relacionados a la materia para buscar las mejores prácticas, son aspectos necesarios en los próximos años”, sentencia Andrés Villa, Big Data & Analytics Solutions Specialist de SAS.

Un debate ya iniciado en el que los avances y nuevos desarrollos tecnológicos, y no solo en materia de IA, deben ir de la mano de criterios ´éticos.

De no ser así, los peligros que encierra la mala utilización de cualquiera de estas innovaciones podrían eclipsar sus bondades.

Mar Carpena

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