La industria de la música hace frente a la revolución 2.0
El moderador de la mesa debate sobre la música en la segunda jornada del curso de verano La convergencia digital, organizado por la UPM y Asimelec, sacó de debajo de la mesa un vinilo. Un vinilo para hablar de música y nuevos modelos de negocio en la época de las nuevas tecnologías.
El vinilo tenía trampa: el autor de la música alojada en ese soporte había conseguido un tremendo éxito de su obra regalando justamente ese vinilo. Y en es que en la época de las nuevas tecnologías, la industria de la música ya no es lo que parece.
Por ejemplo, han surgido iniciativas como Spotify o Pandora, que ya no ofrecen al usuario música para descargar, sino que permite escuchar – y gratis – la música que el internauta desea oír.
“Me fascinaba Pandora”, reconoce Joaquín Guzmán, de Rockola, la apuesta española para este mercado. “No hago cosas muy diferentes a lo que hacía en la radio, sólo que ahora también clasifico música sacra”, explica, recordando su pasado en la radio musical,para apuntar que es lo que hace ahora.
Rockola y similares permite a los usuarios conocer otras músicas o escuchar aquellas canciones que podrían gustar al internauta, como antes sucedía mediante otros canales. Claro que ahora de modo muy, muy sencillo. “El ocio hay que disfrutarlo, la gente no quiere trabajar para disfrutar”, reconoce.
Desde Promusicae, su presidente, Antonio Guisasola, reconoce que ha cambiado cómo el usuario accede a lo que ellos producen. “Las discográficas hacemos contenido profesional, no grabar únicamente al ruso que hace trolorolo”, puntualiza, sin embargo, ante la avalancha de posibles amateurizaciones de entradas en la industria de la música y sobre todo ante las críticas ante el papel de las tradicionales casas de música.
Para ellos, el principal problema está en como saber responder a la piratería. “Nos falta averiguar como monotorizar esos accesos no permitidos”, reconoce.
España, mercado complicado
España tiene sus propios problemas de mercado y sus propias particularidades tal y como explicaban los ponentes. Por ejemplo, en España el 60% de la música que se escucha en la radio es española, por lo que no se necesitan cuotas como en Francia. Por ejemplo, en España no existen plataformas de ventas de música online, como sí sucede en Francia, donde es un éxito.
Según Guisasola, las grandes compañías de distribución cultural en España no lanzan “sus grandes almacenese digitales porque no hay oportunidad de negocio”. Según explica, la Fnac o El Corte Inglés se escudan en esta apreciación para mantenerse al margen. La segunda lleva largo tiempo anunciando que dará el salto al mercado de la venta de música online, aunque no lo ha llegado a hacer nunca. Las canciones más descargadas en pirata son las mismas que las más oídas y compradas, replica sin embargo Guisasola. Los piratas tienen los mismos gustos que los que compran legal.
Sin ayudas
Guisasola también ha denunciado que la música pop es la única actividad cultural que no recibe subvenciones. “El circo recibe, los cursos de saxofón online reciben subvenciones”, alerta el presidente de Promusicae, recordando que sólo en País Vasco o Cataluña el pop recibe ayudas y por cuestiones linguísticas.
“Nadie apoya a este sector”, lamenta Guisasola.
“En España hemos maltratado mucho a la música”, acusaba poco antes Joaquín Guzmán, de Rockola. “Te van a dar dinero para producir una película o una obra de teatro, aunque sea una paja mental” aunque eso no pasa con la industria de la música.