Identificación por vena
Las últimas innovaciones tecnológicas dejan espacio para imaginar que la inseguridad ciudadana tiene contados sus días y que el dinamismo financiero acaba con sus límites.
Venas y luz infrarroja, los únicos componentes que actualmente se necesitan para identificarse en el banco. El último adelanto de los fabricantes, acorde con ciertos tipos de ciencia ficción, facilita que los vasos sanguíneos del cliente pasen a formar parte de un sistema de seguridad en el que el usuario queda identificado en dos segundos. Tiempo record en todos los sentidos.
Las tarjetas de crédito, tan vulnerables en muchas ocasiones, quedan de este modo perfectamente personalizadas a través de la palma de la mano. Una vez ésta es escaneada, la seguridad del usuario resulta blindada ante la aparición de cualquier imprevisto.
Además, la utilización de la biometría en los cajeros automáticos va a suponer no sólo un avance significativo a la hora de enfrentarse a atracos indeseables, sino que la inmediatez de la tecnología acabará, poco a poco, con los aburridos tiempos de espera a los que los trámites burocráticos nos tienen tan acostumbrados.
Y es que parece mentira que con un mero movimiento, el de centrar la muñeca en un soporte determinado, podamos poner fin -en cierta manera- a la inseguridad ciudadana e igualmente agilizar las transacciones a las que diariamente nos vemos obligados.
El descubrimiento de este tipo de tecnología, de identificación en este caso, deja vislumbrar el comienzo de un horizonte insospechado todavía y digno de experimentar ante todo lo que promete. De hecho, el principio biométrico ser ha dejado ver hoy por hoy en el sector financiero, un negocio al que se irán añadiendo todos los demás dadas las posibilidades futuras que abre. Con toda seguridad.