Si algo se puede llevar puesto encima a modo de ropa, calzado o mero complemento y, además, está armado a base de sensores que le otorgan cierta carga de inteligencia, encajará sin mayores problemas dentro de esa nueva categoría de gadgets que en el entorno anglosajón se ha dado en denominar “wearable technology”. Un producto de “wearable technology” o “tecnología ponible”, como diríamos por aquí, puede ser una camiseta que monitoriza la frecuencia cardiaca sin interferir en la vida cotidiana de quien la viste, unas zapatillas que guían por el camino correcto a la persona que las calza o, directamente, las populares Google Glass que permiten hacer casi de todo, desde hablar por teléfono a consultar mapas o tomar fotografías.
Aunque de entre todas las posibilidades que encontramos ya disponibles en el mercado, las pulseras y los relojes destacan por encima del resto. Parece que la sencillez de su propuesta portátil ha convencido a los principales fabricantes de dispositivos para probar suerte: basta con portarlos en la muñeca y dejarlos funcionar, dando la hora o entregando notificaciones. En este sentido, las personas que ya usen relojes analógicos y digitales, particularmente, agradecerán que se respeten las funciones básicas para evitar llevar dos relojes al mismo tiempo. Quienes habían desertado encontrarán en las capacidades de conexión un aliciente para recuperar al reloj como compañero de viaje.
Un smartwatch sirve para gestionar llamadas sin sacar el teléfono del bolsillo, contestar los mensajes entrantes, consultar las últimas novedades en redes sociales, anotar eventos en la agenda y, por supuesto, velar por los intereses del usuario recordándole su lista de la compra para la fiesta que está organizando, a qué hora salía su vuelo el día siguiente o el resultado del partido que acaba de disputar su selección en el Mundial de Brasil, por ejemplo. Por no olvidar sus propiedades para control de la salud, que marcan la diferencia. Si a esto le sumamos que los modelos que están viendo la luz en estos primeros compases suelen ir asociados al smartphone estrella de cada casa, el negocio parece redondo para toda compañía que apueste por ese tipo de innovaciones.
¿Pero de veras lo es? La propia vinculación del “wearable” a un modelo concreto de teléfono es una media restrictiva que descarta como posibles clientes a un buen puñado de consumidores. Sí, desde el punto de vista del fabricante es una vía adicional para poner más teléfonos en circulación. Sin embargo hay motivos para pensar que la realidad podría acabar explotando ferozmente en su cara, esto es, si insisten en constreñir las posibilidades de uso. Los smartphones superan en ventas a los “feature phones”, de acuerdo con un informe de Gartner para 2013, pero la propia consultora se ha visto obligada a rebajar las previsiones de gasto en TI para el presente curso porque los compradores se decantan por lo “low-cost” antes que por productos de alta gama.
Una cosa es adquirir un smartphone y otra muy diferente que el smartphone elegido sea, sí o sí, el iPhone de Apple u otros terminales de primera línea como Samsung Galaxy S5, HTC One M8 o LG G3. O, para el caso, un Acer Liquid Jade. Y es que Acer es uno de los contendientes que se han estrenado en el mercado de los “wearables” de esta manera tan limitada, con su Liquid Leap para registro de la actividad física asociado al terminal Liquid Jade, que deberían llegar como pack este mismo verano. Otros como Samsung, que a pesar de lo incipiente de la “wearable technology” es uno de los más veteranos del sector con hasta tres modelos diferentes de Gear, abre algo más la mano y garantiza la compatibilidad de su gadget con diecisiete miembros de la familia Galaxy, con diferencias entre países.
Incluso la plataforma Android Wear que respalda Google, y que en principio debería abrir de todo esa mano, adolece de cuestiones de soporte. Dado que la plataforma sólo funciona con móviles que ejecutan Android 4.3 o numeraciones superiores, la mayoría de los usuarios de Android se quedarían fuera de juego. Y es que de acuerdo con los cálculos del propio gigante de Mountain View menos de una cuarta parte de los teléfonos Android han sido actualizada a la última versión de “Jelly Bean” o a “KitKat”. Más allá de las cuestiones de dependencia, otra desventaja para la adopción masiva es el precio. Los fabricantes también tendrán que esforzarse, en colaboración con desarrolladores y socios, en mejorar el ecosistema de aplicaciones, la calidad de las pantallas, la autonomía y detalles similares que condicionan su atractivo.
Los smartwatches que vienen
Tomando como referencia lo que compañías de renombre mundial como las anteriormente nombradas Samsung y Acer o LG, Sony, Qualcomm y ZTE están practicando, aparte de otras especializadas en el sector tipo Pebble, hay un par de firmas que se proponen entregar algo diferente. Y, con ello, atajar problemas. Se rumorea que Asus quiere comercializar un smartwatch “low-cost” que en el mejor de los casos se quedaría por debajo de los 100 dólares. Como bonus vendría con tecnología de control por gestos. Por su parte, Microsoft debutaría este otoño gracias a un reloj con más de una decena de sensores y panel en la cara interior de la muñeca que, se cree, trabajará tanto con los smartphones Windows Phone como con iPhones y terminales gobernados por Android.
Por supuesto, en la lista de futuros contendientes también están Apple y el supuesto iWatch del que tanto se ha dicho ya, sin que la firma de la manzana mordida haya confirmado más que su interés por las cuestiones de fitness. De este reloj se espera mucho, tanto a nivel de funcionalidades como de diseño. ¿Será éste el smartwatch que suponga un antes y un después en el sector? Por lo pronto lo único que sabemos es que uno de los principales rivales a batir, al menos por la expectación que ya está causando entre usuarios y críticos, es el Moto 360 de pantalla esférica y sabor a los relojes de siempre. Éste no rompe de raíz con el pasado pero agrada a todos en estos albores de andadura donde aquello que se sale de la norma gana puntos frente a la competencia.
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