Amazon o Facebook son sólo dos de las grandes empresas tecnológicas que han recibido un aviso por parte de las autoridades tributarias francesas. La razón es un nuevo impuesto específico para estas grandes empresas que surge, en parte, como respuesta a los aranceles que desde Estados Unidos se han impuesto sobre determinados productos de fabricación francesa.
El origen de esas tensiones tributarias tiene que ver con la guerra comercial emprendida por la administración del presidente Trump. Como respuesta desde algunos países de la Unión Europea hace meses que se inició una respuesta comercial a base de anuncios de implantación de nuevos impuestos. El objetivo es equilibrar la diferencia entre los ingresos que las grandes multinacionales tecnológicas generan en los territorios nacionales y los bajos impuestos que pagan en los mismos. Con “paraísos fiscales intracomunitarios” como Irlanda, empresas como Amazon, Apple, Facebook, Google… instalan en dicho país sus sedes comunitarias, beneficiándose de bajos impuestos.
El fisco estadounidense tiene previsto imponer un tributo del 25 %a las exportaciones de bolsos de mano y productos cosméticos procedentes de Francia, una industria de más de 1.300 millones de dólares, además de amenazar con gravar las exportaciones de queso y champán con impuestos del 100 % (repetimos, el 100 %).
Como respuesta, el objetivo de los ministerios de Hacienda de los países de la UE con esta amenaza tributaria desde Estados Unidos en ciernes recae sobre los servicios de más implantación: la tecnología. La amplia mayoría de multinacionales norteamericanas en este sector y los centenares de millones de usuarios de sus servicios en territorio comunitario les convierten en el blanco perfecto, sumado a la circunstancia anteriormente mencionada de la escasa tributación.
Lo cierto es que desde principio de año hay abierta una negociación entre las autoridades fiscales francesas y estadounidenses que no parece haber legado a una conclusión muy optimista para las tecnológicas. En junio el gobierno estadounidense suspendió las conversaciones sobre esta materia que tenían lugar en el el marco de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo en Europa) y no estaba previsto que se alcanzase acuerdo alguno hasta el año 2021.
Dado que en ese marco institucional el diálogo ha quedado interrumpido, Francia intenta aprovechar el cambio de gobierno para empujar al presidente electo, Joe Biden, a adoptar una posición más flexible en materia arancelaria,. Como método de negociación ante un oponente que hasta ahora no se había mostrado muy proclive a las cesiones, la baza gala es el aviso a las multinacionales tecnológicas de un impuesto adicional.
Francia es el país de la UE que tiene una política fiscal más “agresiva” como respuesta a los impuestos que desde el otro lado del charco pero no es el único. Y no ya sólo países integrados en la UE, incluso Reino Unido (en pleno proceso del Brexit) también tiene previstos sus propios impuestos-respuesta.
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