La historia de la mayor parte de las grandes empresas suele estar jalonada de traiciones, conflictos internos y pugnas por el poder. Las compañías tecnológicas, pese a que tradicionalmente tienen una imagen más amable y abanderan una nueva forma de gestión, tampoco se libran de esta lacra.
En la mayor parte de los casos, los conflictos surgen en torno a líderes fuertes, con gran poder de atracción y carisma, además de cierto carácter visionario. Precisamente por ello, su personalidad conduce casi inevitablemente a la confrontación con facciones opuestas, acabando fuera de la empresa.
La traición de John Sculley a Steve Jobs quizá sea el caso más emblemático. Sculley llegó a la dirección ejecutiva de Apple en 1983, como una apuesta personal de Jobs. “¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida o quieres tener una oportunidad para cambiar el mundo?”. Según explica elpropio Sculley, esto fue lo que le dijo Jobs para convencerle de que dejara la presidencia de Pepsi y asumiera la dirección de la compañía de la manzana mordida.
Sin embargo, el idilio duró muy poco. Tras el éxito del Apple I y II, la tercera versión del ordenador y el nuevo Lisa no cosecharon los resultados esperados. Y Jobs había sido relevado del proyecto Lisa por los continuos retrasos, pasando a asumir el desarrollo del Macintosh. El cofundador de Apple se enfrentó con el recién llegado Sculley por su política de control de gastos y por el precio fijado para Mac. Pese a que Apple II seguía vendiéndose muy bien, Jobs creía que el futuro de la compañía pasaba por redoblar su apuesta en el nuevo equipo, recortando los gastos destinados al viejo ordenador para invertir más en el Mac. Pero el nuevo CEO sólo era capaz de ver los importantes ingresos que aún reportaba Apple II.
Jobs fue relegado pero no quiso aceptar esta situación, por lo que empezó a maniobrar contra el CEO. Sculley, curtido ya en muchas batallas, se enteró de estos movimientos y consiguió el apoyo del consejo de la empresa, incluso del anterior Mike Markkula, el anterior director ejecutivo, consumando la traición. Jobs fue despojado de sus responsabilidades. Le quitaron su oficina y ni tan siquiera le dejaron dirigir una oficina de innovación. Decidió marcharse, fundando poco después NeXT, adquirida por Apple una década después, volviendo Jobs a asumir la dirección. Un auténtico giro ‘shakespeariano’.
Sin embargo, aunque en aquella ocasión el traicionado fuera él, el fundador de Apple también sostuvo el puñal en otras ocasiones, como sucedió con Daniel Kottke, a quien conoció en la universidad. Su relación era tan estrecha que incluso vivió con Jobs y su novia y realizaron juntos un viaje espiritual a la India. Sin embargo, poco antes de Apple saliera a bolsa, Jobs no quiso concederle sotck options de la compañía. Aunque fuera uno de los primeros empleados de la empresa y trabajaran codo con codo montando las placas de los primeros ordenadores, Kottke era un técnico y éstos no tenían derecho a participación accionarial.
Mark Zuckerberg también entiende de traiciones, como bien sabe Eduardo Saverin. Ambos se conocieron en la Universidad de Harvard y fueron cofundadores de Facebook. Saverin invirtió para lanzar la compañía y se encargó de la dirección financiera y de negocio en los comienzos de la red social. Sin embargo, cuando la empresa se mudó a Silicon Valley para seguir progresando y crecer, Saverin decidió quedarse en Nueva York buscando inversores. Con todo un país de por medio, la diferente manera de entender el desarrollo de la red social y el enfrentamiento con Zuckerberg acabaron abriendo una brecha insalvable.
Cuando Peter Thiel -cofundador de PayPal- y Sean Parker -cofundador de Napster- entraron como inversores, se hicieron con el control financiero de la empresa y apoyaron a Zuckerberg como CEO. Severin quedaba relegado y aislado. Pero el golpe definitivo fue cuando se diluyó su participación accionarial. Pese a que Saverin poseía el 34,4% de la compañía, tras sucesivas ampliaciones de capital vio su participación reducida a un exiguo 0,03%, sin enterarse de nada hasta que concluyó todo el proceso.
Al traspasar la propiedad de Facebook de una sociedad con sede en Florida a otra con sede en Delaware, Saverin había firmado sin saberlo determinadas cláusulas que permitían hacer esta maniobra. Después demandó a Facebook y llegó a un acuerdo extrajudicial, en el que se le concedió el 7% de las acciones.
Elon Musk es conocido mundialmente como fundador de Tesla Motors y SpaceX. Pero no hay que olvidar que también creó X.com, que se fusionó con Confinity, dando lugar a PayPal y asumiendo la dirección ejecutiva.
Se enfrentó con el resto de los cofundadores de la compañía por una decisión tecnológica. Mientras que Musk insistía en que PayPal debía cambiar sus servidores de Unix a Windows, otra facción dentro de la compañía, liderada por el director tecnológico, Max Levchin, se aferraba al mantenimiento de aquel sistema operativo.
Aprovechando que Musk acababa de tomarse unas vacaciones y todavía estaba volando a Australia, la junta directiva decidió despedirle, poniendo a Thiel como CEO, como se relataba en Fortune. No obstante, siguió siendo el principal accionista, por lo que obtuvo 165 millones de dólares cuando PayPal fue comprada por eBay.
Noah Glass, cofundador de Twitter junto con Jack Dorsey, Evan Williams y Biz Stone, también destapó una historia de traición en el nacimiento y desarrollo de la red de microblogging. Tal y como se narra en Financial Times, el libro ‘Hatching Twiiter’ recoge el testimonio de Glass, que se atribuye la idea original y el nombre de la plataforma.
Glass confesó a Dorsey que temía que el resto de fundadores de Twitter estuvieran conspirando contra él, sin saber que realmente era éste quien estaba moviendo los hilos en su contra. De hecho, Dorsey amenazó con marcharse si Glass no era despedido, consiguiendo que saliera de la empresa poco después. Glass sólo recibió una pequeña compensación por su despido y un insignificante paquete accionarial, como relataba Daily Mail.
El modo de vida de Dorsey también le granjeó la enemistad de Williams. Dorsey fue apartado de la dirección ejecutiva, quedando como presidente pero sin poder real en la compañía. Sin embargo, logró convencer a los accionistas para echar a Williams, asumiendo la presidencia ejecutiva. Además, consiguió hacer creer que él fue el único creador de Twitter.
Jerry Wang, cofundador y antiguo CEO de Yahoo vivió una lucha de poder en sus carnes. En su caso, tuvo que enfrentarse con el inversor Carl Icahn, que estaba empeñado en que Yang se marchara y que Microsoft adquiriese la compañía. En aquella época, el valor de Yahoo se redujo de 30.000 a 18.000 millones de dólares en apenas unos meses. La posición de Yang era insostenible y el acuerdo parecía inminente, así que pactó su salida. Sin embargo, días después Microsoft desmintió la posibilidad de una compra. Icahn abandonó el accionariado menos de un año después, como recoge ITProPortal.
Años después, el inversor Dan Loeb fue responsable del defenestramiento de otro CEO, Scott Thomson. Lo llamativo es que había asumido la dirección ejecutiva apenas cinco meses antes. El motivo del despido es que había incluido en su currículum un título de informática que realmente no poseía, explica InfoWorld.
Aunque se trate de una empresa mucho más pequeña que las anteriores, también resulta interesante el caso de MakerBot, dedicada a la fabricación de impresoras 3D. Bre Pettis, primer CEO y cofundador junto con Adam Mayer y Zach ‘Hoeken’ Smith, no sólo traicionó al resto de los creadores de la compañía, sino también a los usuarios, como se cuenta en el documental ‘Pinting the Legend’.
MakerBot apostó desde sus comienzos por el open source, creando la comunidad Thingiverse, un repositorio colaborativo donde los usuarios podían subir sus diseños y colaborar en proyectos de impresión 3D, así como en el software. Sin embargo, decidió utilizar hardware de código cerrado para su máquina ‘Replicator 2’. La comunidad de código abierto volvió la espalda a la compañía desde entonces. “Personalmente, me parece que no hay peor traición que pasarse al código cerrado”, escribía entonces Smith en su blog. Tras su enfrentamiento con Petiis, acabó saliendo de la empresa.
Fue el comienzo de todo un rosario de despidos. En los meses siguientes fueron saliendo el vicepresidente de ventas, el community manager, el jefe de marketing, el director de distribución, el jefe de operaciones… Incluso se fue Mayer, cofundador y jefe de software. Pettis se quedó solo.
Poco después, Makerbot fue adquirida por Stratasys, uno de los gigantes del sector, quedando encuadrada en el seno de ésta, con marca propia y como una filial. Pero Pettis sería relevado de su cargo como CEO, pasando a liderar el taller de innovación de Stratasys. La dirección ejecutiva pasó a manos de Jenny Lawton, jefa de estrategia durante el periodo de mayor crecimiento de MakerBot. Apenas duró un año en el cargo, asumido por un hombre de la casa de Stratasys: Jonathan Jaglom, director general de la compañía en Asia, Pacífico y Japón.
Y para terminar, nos vamos al nacimiento de Silicon Valley, que también surgió de una traición. Los denominados ‘ocho traidores’ fueron Julius Blank, Victor Grinich, Jean Hoerni, Eugene Kleiner, Jay Last, Gordon E. Moore, Robert Noyce y Sheldon Roberts, todos ellos ingenieros o doctores en Física o Química que trabajaban juntos en Shockley Semiconductor Lab, división de Beckman Instruments dedicada a la investigación sobre semiconductores de silicio.
Las desavenencias con el jefe del laboratorio, William Shockley, Premio Nobel de Física, llevaron a estos ocho trabajadores a abandonar la compañía y fundar Fairchild Semiconductor, pionera en la fabricación de transistores y circuitos integrados.
Años después, Noyce se postularía como CEO, pero Sherman Fairchild, propietario de la empresa, decidió buscar otro director. Así que Noyce decidió dejar la compañía y fundar Intel, junto con Gordon Moore, jefe de I+D de Fairchild, llevándose con ellos algunos de los talentos de aquella empresa y la tecnología para los microprocesadores Silicon Gate Technology.
Éstas son algunas traiciones personales, pero también hay ‘apuñalamientos B2B’., pues las compañías ‘se la juegan’ entre ellas con relativa frecuencia, pero eso lo veremos en otro capítulo.
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