Ya no son únicamente las famosas quienes corren el riesgo de que sus imágenes íntimas captadas con sus teléfonos móviles acaben difundidas por la Red. Cualquiera puede ver cómo esto le sucede aunque no sea Rihanna o Jennifer Lawrence.
Alrededor de 200.000 usuarios de Snapchat se habrían visto afectados por este acceso no autorizado a sus imágenes que contabilizaría un total de 13 Gb de fotografías.
No es la primera vez que Snapchat experimenta una fuga de datos. El pasado mes de enero sufrió una filtración de más de 4,5 millones de números de teléfono y nombres de usuarios de esta plataforma afincados en Estados Unidos. En esta caso, y con un más que destacable paralelismo con lo sucedido con la filtración de fotos de famosas de hace unas semanas, desde Snapchat niegan que sus servidores hayan sido víctimas de un ataque. En el caso citado Tim Cook explicó que tras una concienzuda investigación en Apple habían concluido que sus servidores de iCloud no habían sufrido ninguna intromision, como te contamos en su momento aquí en The Inquirer, lo que suponía en aquel caso (y desde Snapchat apuntan en la misma dirección para el actual supuesto) que el ataque en realidad ha ido dirigido contra las propias cuentas de los usuarios a cuyas fotos se ha accedido.
Existen diversas formas de franquear las contraseñas, preguntas para recuperar el acceso y otros mecanismos que permiten al usuario identificarse y que los hackers, con tiempo, paciencia y coordinando un grupo más o menos numeroso, pueden ir consiguiendo su objetivo. Además en el caso de Snapchat los usuarios habrían sido víctima de terceras aplicaciones que envían y reciben las fotografías, algo que en los términos de uso de la aplicación aparece como una práctica no permitida precisamente por poner en riesgo la seguridad de los usuarios, como así parece haber sucedido.
Algunas aplicaciones de este tipo, como Snapsave, permiten almacenar las fotografías que se envían por Snapchat a pesar de que precisamente la función estrella de esta plataforma es que permite al remitente programar el momento en el que la fotografía que comparte se “autodestruye”.
Un problema añadido, y que podría tener una repercusión quizá más grave de lo que podrían haber previsto los responsables, es que dada la tremenda popularidad de la aplicación Snapchat entre los adolescentes un número significativo de fotografías íntimas corresponderían a menores de edad y por tanto según algunas legislaciones se consideraría pornografía infantil.
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