Cuando el sistema operativo de Google alcanzó el mercado un día como hoy de 2008, nadie podría haberle atribuido un futuro igual.
Todo empezó, como es habitual en estos casos, con una ambición: tras hacerse con una pequeña empresa llamada Android en 2005, y con Andy Rubin al mando empezó a moldearse el reto: una plataforma móvil abierta.
Tres años después se estrenó en el interior del dispositivo HTC Dream.
A fecha de hoy, Android es el rey indiscutible del panorama móvil internacional y aglutina más del 60% de cuota mundial. Se ejecuta dentro de cientos de millones de dispositivos móviles a través de 190 países.
Y en aumento; cada día un millón de usuarios se suma a la plataforma del simpático androide. Puede presumir de ser además el sistema operativo móvil de más rápido crecimiento, de llevarse bien con la comunidad Linux y de contar con más de 300 partners en industrias de hardware, software y telecos.
Como no podía ser de otra forma, Google cuida y pule con mimo a la piedra angular de su proyecto de software: la comunidad de desarrolladores. Ofrece herramientas para la creación de aplicaciones y un seductor caramelo: un gran mercado al que dirigirse.
Los demonios del androide
La fragmentación y la seguridad son los temas que probablemente más dolores de cabeza provocan al equipo de Android en sus coloridos departamentos de Mountain View.
Un ecosistema unificado facilita las cosas a desarrolladores y fabricantes. Y Android está lejos de eso: con Android Jelly Bean recién nacido, ya se especula con la versión mejorada (Android 4.2) y otra nueva, Key Lime Pie.
Detractores no le faltan. Stephen Elop, máximo responsable de Nokia aseguraba a principios de año que la plataforma de Google estaba “demasiado fragmentada” y que no desea algo similar para su negocio. Steve Jobs declaró una guerra “termonuclear” contra el SO de Google.
La seguridad es por descontado el factor vital a la hora de triunfar o fracasar en el mercado… y el punto más débil de Android. El SO es el preferido de los ciberdelincuentes que llevan a cabo sus maliciosas prácticas mayormente en dispositivos Android. El último en advertir una gran ola de malware ha sido el mismísimo FBI.
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