¿Es finalmente Facebook y no Google el Gran Hermano del que hablaba George Orwell en “1984”? Seguro que el autor nunca imaginó algo así: una red social a la que no le llegan todos los datos que los usuarios le proporcionan libremente. Facebook necesita saber más que lo que hacemos cuando estamos entre sus muros. Facebook quiere saber lo que hacemos cuando navegamos en cualquier otro lugar de Internet. Pero sigue sin ser suficiente: Facebook también quiere conocer nuestra vida offline. Y ha empezado a dar pasos para lograrlo.
Según publicaba esta semana The New York Times, Facebook anunció en febrero acuerdos con cuatro grandes firmas que se dedican a la recogida de datos (dos de ellas, por cierto, están siendo investigadas por la FTC para ver cómo recogen esa información y cómo la utilizan): Acxiom, con datos de lugares como registros de tribunales o bancos; Datalogix, que asegura conocer los hábitos de gasto de los americanos en categorías tan dispares como la joyería o medicinas para la tos; Epsilon, con datos de transacciones en comercios; y BlueKai, que crea cookies para que las marcas sigan qué hacen los clientes que visitan sus webs.
Con todos estos datos Facebook podrá mejorar su oferta publicitaria a los anunciantes, creando anuncios cada vez más infalibles. Y los datos utilizados por la red social para sus campañas salen también a veces de los propios clientes: compañías con newsletter proporcionan a Facebook las direcciones de mail de sus clientes suscritos, la red social comprueba qué usuarios están registrados y les muestra anuncios de la compañía. O muestra anuncios a usuarios equivalentes que no son clientes de la marca en cuestión.
¿Anuncios relevantes o atentado a la privacidad?
Lo que busca Facebook consiguiendo tantos datos está claro: aumentar sus ingresos publicitarios. Cuanto mejor conozca a sus usuarios mejor podrá dirigir los anuncios y más podrá prometer a sus anunciantes. También podrá cobrarles más. Lo que defienden desde la red social, no obstante, es que todo esto es también bueno para los usuarios: verán solo publicidad “relevante”, sobre cosas que realmente les pueden interesar. Pero ¿dónde están los límites?
Facebook dice que no hay que preocuparse, que respetan la privacidad y los datos de sus usuarios. No comparten información que los identifique con los anunciantes, las direcciones de mail y los nombres de usuario en Facebook son encriptados antes de ser procesados. Además, los usuarios pueden escoger ocultar los anuncios de las marcas que quieran. Todo el mundo está a salvo.
A pesar de todas estas precauciones, la progresiva intensificación de la estrategia publicitaria de Facebook promete darle bastantes problemas con las autoridades y defensores de los temas de privacidad y protección de datos. Y después está el susto del usuario que ve un anuncio de algún interés que creía secreto. Si los anuncios se vuelven tan precisos e infalibles, el “no sé por qué Facebook me enseña esto” ya no funcionará. Quizá haya que empezar a tener más cuidado al suscribirse a newsletters y no solo al darle a “me gusta” en Facebook. Sus tentáculos van cada vez más lejos. George Orwell diría que sí, que esto es bastante Gran Hermano.
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