A través de la virtualización, Laura Fernández, responsable de comunicación de Piensa Solutions, facilita las claves para aprovechar esa potencia de proceso que se pierde en multitud de ocasiones.
Frente a un equipo físico, las máquinas virtuales gozan de gran flexibilidad, ya que se pueden diseñar con las características de CPU, memoria, disco y red que necesitemos. En una máquina, la ampliación de estas características conlleva la adquisición de los módulos de memoria, el cambio del procesador… Y no siempre puede realizarse. Paralelamente, la creación de una máquina virtual resulta casi inmediata. Mediante la ejecución de un comando en una plataforma de virtualización, se reconfiguran los servidores virtuales, adecuándose a las necesidades puntuales del usuario. De esta manera, no es necesaria la adquisición de nuevos equipos para necesidades imprevistas o pruebas en entorno de desarrollo de nuevos sistemas operativos y aplicaciones. Todas estas operaciones se pueden realizar en la misma máquina física que ejecuta un entorno de producción, pero sin poner en riesgo la estabilidad del sistema principal.
Esta autonomía se ha alcanzado ya de forma completamente segura, ya que las plataformas de virtualización han conseguido que un fallo en una máquina virtual, no afecte al funcionamiento del resto de máquinas virtuales alojadas. Una máquina virtual funciona como un compartimento estanco de recursos informáticos, con una configuración que se guarda en archivos, que se pueden trasladar fácilmente a otro entorno físico, simplemente copiando dichos ficheros.
Otro beneficio de la virtualización es la posibilidad de realizar snapshots (puntos de restauración) de máquinas virtuales, es decir, un equipo virtual puede paralizarse y retomar el proceso en el momento que el administrador quiera. Esto permite monitorizar las pruebas de estrés de hardware y software en todo momento, ya que los procesos se paralizan y retoman instantáneamente, no se suspenden.
Mientras numerosos departamentos de sistemas están emprendiendo ahora numerosos entornos de virtualización para consolidar su hardware de uso interno, sus beneficios ya se han materializado en el mercado del hosting de aplicaciones. Debido a las ventajas económicas, en cuanto al ahorro de energía y espacio, facilidad de administración y menores costes operativos de mantenimientos, los servidores virtuales, también conocidos como Servidores Privados o VPS (por las siglas en inglés de Virtual Private Server), están incrementado su participación en el mercado del hosting.
Frente al hosting compartido, en el que los recursos de una máquina física son compartidos casi indiscriminadamente por los servicios alojados y un servicio que consuma muchos recursos puede provocar pérdidas de rendimiento en otros, la virtualización ejecuta máquinas virtuales con un rendimiento similar al que tendrían siendo ejecutadas en una máquina física independiente. La virtualización acota los límites de uso de los recursos, tanto de la CPU como de la memoria, reduciendo los riesgos de sobrecarga que existen en un servicio de hosting compartido. De este modo, se ofrecen como la alternativa más económica y eficiente para aquellos usuarios acostumbrados a los entornos de desarrollo y que desean disfrutar de los beneficios de un servidor dedicado, pero quieren reducir su inversión tecnológica o no precisan un costoso servidor dedicado de última generación para sus aplicaciones web.