A través de la virtualización, Laura Fernández, responsable de comunicación de Piensa Solutions, facilita las claves para aprovechar esa potencia de proceso que se pierde en multitud de ocasiones.
Ante la búsqueda de la mayor eficiencia en la administración de sistemas, las distintas tecnologías de virtualización se han consolidado como una de las principales tendencias a medio plazo. Su progresivo establecimiento en las agendas de los desarrolladores web difícilmente se interrumpirá. La virtualización ha alcanzado un elevado grado de madurez, resulta fácilmente accesible para los usuarios familiarizados con los entornos de desarrollo y ha implantado nuevos parámetros de eficiencia tecnológica.
El desarrollo tecnológico de los últimos años ha propiciado la comercialización de equipos informáticos extremadamente potentes y asequibles. Basta comprobar que cualquier usuario doméstico puede trabajar simultáneamente con diversas aplicaciones, como un navegador, un gestor de correo y un editor de textos, y su máquina, apenas consumirá más de un 20% de los recursos del equipo. ¿Qué ocurre con el 80% restante? Sencillamente, nada. Son recursos ociosos, a pesar de que a pesar de que seguramente resultaron decisivos en su adquisición.
La virtualización, sin embargo, permite aprovechar el 100% de la potencia y capacidad de los equipos actuales, ya sea un servidor o un ordenador de sobremesa, al dividir los recursos de un equipo informático a través de software y crear distintas máquinas “virtuales” que funcionan de forma completamente autónoma. De este modo, se crean entornos informáticos independientes que físicamente se encuentran en una única máquina y permiten trabajar con sistemas y aplicaciones radicalmente distintas.
Esta ventaja no es trivial en una cultura informática acostumbrada a trabajar con una máquina por cada sistema operativo necesario o, incluso, una máquina por aplicación, si existían incompatibilidades técnicas entre diversas aplicaciones.
Un usuario particular podría de este modo trabajar en una máquina virtual con un sistema operativo conocido estable, probar una nueva versión Beta en otra y utilizar otro sistema operativo completamente distinto e incompatible a los anteriores. ¿Se imagina manejar desde un único ordenador distintas versiones de los entornos y aplicaciones Windows, Linux y Mac? O virtualiza su entorno o compra varios equipos.
Una primera consecuencia de la virtualización es la reducción del número de equipos informáticos físicos, que pasan a contener distintas máquinas virtuales. Esta operación, que se denomina técnicamente consolidación, puede generar ahorros de hasta el 40% en la inversión anual destinada a adquisición de nuevo hardware. También se reducen los constes de administración técnica y mantenimiento, ya que un equipo físico es más sencillo de gestionar que varios y disminuye el número de intervenciones físicas (ampliación de memoria, reinicios… ). En las grandes corporaciones, que cuentan con numerosos servidores físicos, la virtualización puede llegar a generar ahorros millonarios.
Al incrementarse el grado de aprovechamiento de cada equipo físico también se incrementan los ratios de eficiencia. Según algunos expertos, aproximadamente el 80% de los recursos informáticos de una empresa están infrautilizados, por lo que la virtualización de algunas aplicaciones tecnológicas resulta la solución más razonable y adecuada para evitar esa pérdida.