En un mundo en el que los mercados están sumidos en una constante revolución, los CEOs de las compañías aspiran a tener un diálogo con los responsables tecnológicos muy diferente al que venía siendo habitual. Los CIOs y CTOs están intentando cambiar radicalmente este diálogo, pasando de una postura clásica de “proveedor informático”, que reacciona y al que el negocio suele tener que esperar; a la de un “partner de negocio”, en la que es el negocio el que reacciona y el departamento informático el que lleva la iniciativa. Esta última conversación la inicia el departamento informático con un único objetivo en mente: comercializar productos. Y, para ello, es necesario acelerar la innovación y el desarrollo de productos, lo que a su vez pasa por agilizar la labor de los desarrolladores.
Para que esta transformación pueda realizarse con éxito, el departamento informático de la organización debe centrarse en las actividades que diferencian a la compañía y permitir a los creadores de soluciones trabajar más ágilmente. Las actividades informáticas que no contribuyan a diferenciar a la empresa deberán automatizarse y externalizarse a plataformas que ofrezcan el mayor número posible de las funciones requeridas, directamente de fábrica. Este cambio de paradigma requiere toda una transformación y la clave está más en la gente y la organización, que en la tecnología empleada. Se trata de un viaje largo que comenzó mucho antes de que llegáramos a la nube, y del que apenas nos dimos cuenta.
En la era previa a la virtualización, todos los despliegues de infraestructuras eran manuales, con todo el engorro que ello conlleva, y la eficiencia de los centros de datos también resultaba problemática. Al verse sujetas a largos ciclos de aprovisionamiento, las empresas tendían a asignar entre un 25 y un 40% más recursos que los esperados durante los picos de demanda y los índices de utilización solían ser de menos del 10%. Bajo este modelo, los equipos de desarrollo, infraestructuras y operaciones operaban de forma completamente aislada y necesitaban semanas e incluso meses de planificación para afrontar cualquier cambio.
La llegada de la virtualización y las nubes privadas representaba la promesa de un futuro mejor. El tiempo de provisionamiento de los servidores disminuye, siendo posible iniciar un servidor en cuestión de minutos. Sin embargo, la realidad es que los plazos necesarios para la planificación y provisionamiento de la capacidad no han mejorado significativamente. Los desarrolladores aún se ven forzados a solicitar la capacidad necesaria para los que prevén que serán sus picos de demanda, que pueden resultar difíciles de estimar con precisión.
Lo habitual es desarrollar planes de negocio para implementar este tipo de sistemas en múltiples divisiones de una empresa a plazos de entre 3 y 5 años para poder justificar el gasto de capital. En la mayoría de los casos hemos visto cómo estos planes no dan los réditos deseados. Si bien, hay que reconocer que la virtualización se convierte en el reflejo de la capacidad general de la organización para transformarse, adaptarse a sus necesidades y potenciar las destrezas de su personal informático.
La transición a la nube ayudó a estas organizaciones a darse cuenta de las promesas incumplidas de la virtualización. La provisión bajo demanda de recursos como redes, computación, almacenamiento, bases de datos, etc. en base a modelos de pago por utilización ofrece una agilidad sin precedentes a las
organizaciones y ayuda a acelerar el trabajo de los equipos de desarrollo. Sin embargo, incluso en la nube, esta transformación no resulta instantánea. De hecho, la velocidad a la que los equipos de desarrollo ven acelerada su actividad va aumentando conforme la organización va completando las diversas etapas de la adopción.
Durante las tres primeras etapas de la adopción de la nube, en las que las organizaciones: 1) comienzan por unos pocos proyectos para descubrir sus ventajas; 2) sientan las bases para la transformación de la organización mediante la creación de un centro de excelencia para la nube; y 3) llevan a cabo migraciones masivas, podemos empezar a ver cómo se cumplen algunos de los primeros factores clave que aceleran directamente la velocidad del equipo de desarrollo.
No cabe duda alguna de que la agilidad de los equipos de desarrollo se ve enormemente incrementada una vez el cliente ha completado las etapas iniciales de su adopción de la nube. Sin embargo, en la mayoría de los casos, sigue habiendo oportunidades para optimizar los procesos incluso una vez completada la etapa de migración.
Rara es la vez en la que un cliente tiene la oportunidad o recursos para replantear la arquitectura de todas sus aplicaciones para hacerlas nativa de la nube durante su migración. Esto representa una oportunidad para una reinvención constante que acelere más si cabe las operaciones de los desarrolladores. Rediseñar la arquitectura de las aplicaciones suele conllevar desconectar sus aplicaciones monolíticas y descomponerlas en servicios de menor tamaño mediante API, al tiempo que se maximiza la reusabilidad de los componentes de software. Como parte de este proceso, los clientes buscan derivar las porciones no diferenciadas de sus aplicaciones a la nube y concentrar sus esfuerzos en la lógica del negocio.
Como sucede en toda transformación, puede resultar difícil determinar cómo evaluar el éxito de las iniciativas y mantener rumbo firme a los objetivos fijados. Concentrar esfuerzos para agilizar el trabajo de los equipos de desarrollo ofrece un gran elemento de referencia para medir el éxito en la nube y puede ayudarte a guiar tus decisiones, por lo que te animo a convertirte en un “partner de negocio” y a seguir evolucionando y reinventándote de la mano de la nube.
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