Desde hace algún tiempo, cuando se habla de monitorización, el protagonismo principal ha recaído sobre la observabilidad. Por alguna razón, se tiene la sensación de que la observabilidad es una solución mágica capaz de resolver todos los desafíos de la monitorización y optimización de sistemas, mejorando el rendimiento de las aplicaciones, optimizando los recursos existentes y, en última instancia, garantizando el servicio ofrecido a los clientes. Sin embargo, a juzgar por el contenido de estos requisitos, queda claro que no se comprende completamente el alcance del concepto de observabilidad, ni si realmente es necesario para las operaciones de las empresas, ni si se han tenido en cuenta los costes significativos de su implementación y mantenimiento.
Para entender su popularidad, primero debemos saber de dónde proviene y qué significa realmente. El término observabilidad fue acuñado por el ingeniero alemán Rudolf E. Kalman en la década de 1960. En resumen, este concepto hace referencia a la capacidad de los sistemas para inferir sus estados internos a partir de salidas o señales observadas.
La popularización del término dentro del mundo de las TI se debe al auge de los sistemas distribuidos y la necesidad de mejorar la detección y resolución de problemas de manera proactiva, a diferencia de la monitorización reactiva tradicional. En la actualidad, la observabilidad se articula en torno a cuatro pilares fundamentales:
Los entornos tecnológicos son cada vez más complejos y las empresas necesitan comprender más a fondo los sistemas distribuidos, las arquitecturas de microservicios y los servicios en la nube, donde un único fallo puede ser complicado de rastrear, pero puede generar una mala experiencia para el usuario final. La observabilidad promete abordar estos retos, lo que explica el creciente interés por las herramientas de observabilidad.
El auge del término ha llevado a muchas organizaciones a invertir en herramientas avanzadas sin tener una comprensión clara de sus necesidades reales. Para algunas empresas, un enfoque más tradicional o una solución adaptada a sus necesidades específicas podría ser suficiente. Sin embargo, la promesa de la observabilidad lleva a adoptar herramientas que no son realmente necesarias y que, además, son complejas de implementar y mantener.
Implementar observabilidad no se limita a desplegar una herramienta. También se necesita una estrategia sólida que permita generar los procesos adecuados. Es fundamental entender los objetivos y saber qué se quiere hacer con los datos, cómo aplicarlos a las políticas empresariales y, sobre todo, si la herramienta realmente aporta valor. No es recomendable implementar una solución sin responder a estas preguntas.
Un aspecto crucial a tener en cuenta son los costes asociados a la implementación de la observabilidad. Para ello, las empresas deben analizar detenidamente varios factores:
Contar con una herramienta de observabilidad puede ser valioso, pero el ROI (retorno de inversión) no siempre es fácil de calcular. En empresas donde la inactividad genera pérdidas económicas, el gasto puede justificarse claramente si se logra reducir los tiempos de respuesta ante fallos. Sin embargo, existen muchos entornos en los que el ROI puede no ser tan evidente.
La observabilidad genera gastos recurrentes que pueden dispararse si, durante el periodo de implementación, no se definen correctamente las métricas, logs y trazas más relevantes y cómo se utilizarán. Además, no son sistemas estáticos, por lo que requieren de revisiones y ajustes periódicos, que deben ser realizados por perfiles capacitados para analizar los datos y tomar las decisiones más adecuadas.
La observabilidad es fundamental para las empresas donde los sistemas son críticos para las operaciones y los fallos impactan directamente en los resultados financieros. Sin embargo, otras empresas podrían cubrir sus necesidades con una aproximación menos compleja y menos costosa.
En cualquier caso, lo que hay que buscar siempre en una herramienta de observabilidad es que sea flexible y asequible, que crezca como lo hace tu negocio, que se adapte a empresas de cualquier tamaño. A la hora de elegir un proveedor, este ha de garantizar los servicios necesarios para mejorar la visibilidad de todos los sistemas distribuidos, que mejore la eficiencia operativa y que tenga un retorno de inversión claro y cuantificable.
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