Los dos caminos para convertir la nube en una realidad

Aunque los beneficios son claros e importantes, esto no quiere decir que el camino a la computación en nube esté exento de obstáculos y peligros. Uno de los elementos cruciales a tener en cuenta es el de la gestión de riesgos (seguridad, normalización, dirección), porque en la nube, este elemento no está garantizado automáticamente (como tampoco en los entornos tradicionales, por cierto). Sin embargo, si se analizan bien las amenazas y se gestionan debidamente los riesgos, se puede garantizar la integridad de los datos. De hecho, los grandes proveedores de la nube suelen ser más seguros que las instalaciones que complementan o a las que aspiran a reemplazar.

En el Reino Unido, la iniciativa de la nube es un indicador muy positivo de cara al futuro. Pero al planificar su constitución, los gobernantes deberían plantearse una confederación de nubes más que en un único proveedor de gran tamaño. Un sistema así permitiría elaborar soluciones diferentes a medida de necesidades concretas, como nubes diferentes para los servicios sanitarios y educativos, que tienen necesidades distintas en términos de almacenamiento y potencia de computación. Estas nubes gubernamentales podrían compartir ciertos recursos y responsabilidades en aspectos determinados, como la seguridad y los costes generales. Esto también permitiría a las pequeñas y medianas empresas servir de manera más eficiente al sector privado.

Los beneficios y posibilidades que puede aportar la computación en la nube al sector público son palpables y posibles de alcanzar. Al margen de que el gobierno británico se decante finalmente por un enfoque evolutivo o revolucionario, el proyecto nube ofrece beneficios inherentes. Se trata de un proyecto valioso y ambicioso y, por encima de todo, de un paso adelante factible que aportará cambios y ventajas emocionantes al gobierno y a los ciudadanos en los años venideros.