Cuando hablamos de accesibilidad universal nos referimos a esa condición o requisito que deberían cumplir todos los entornos, así como los bienes, productos o servicios a disposición del público, con la finalidad de que todas las personas puedan disfrutarlos en igualdad de oportunidades y de la forma más autónoma posible. Es común pensar que la accesibilidad brinda respuesta únicamente a las necesidades de las personas con limitaciones, cuando en realidad todos estamos expuestos a dificultades de acceso a un determinado producto o servicio. La accesibilidad o la disciplina del diseño inclusivo / universal trata más bien de facilitar a todas las personas el acceso, independientemente de su condición.
En este contexto, la accesibilidad web no es sino comprender la diversidad de usuarios que podemos tener y ofrecer funcionalidades que cubran todo su abanico de necesidades. Es algo de lo que nos beneficiamos todos, que no atiende a valores de mercado ni a exigencias de ventas y por ello implica muchas veces un cambio de mentalidad. Y es que, en una sociedad donde la digitalización evoluciona de un modo frenético tanto en nuestra vida laboral como personal y donde el mundo online no deja de tomar protagonismo frente al presencial, es esencial que hagamos la siguiente reflexión: ¿Están las empresas transformándose digitalmente para todas las personas, teniendo en mente la diversidad? ¿Contemplan que los productos y servicios web sean el vehículo óptimo para interaccionar con empleados, socios, consumidores o ciudadanos incorporando en sus estrategias una mirada verdaderamente inclusiva? ¿O estamos quizá sin saberlo discriminando a ciertos grupos de usuarios?
Ya en marzo de 2019 el Parlamento Europeo aprobaba el European Accessibility Act que marcaba la senda para legislar y homogeneizar normativas para que los productos y servicios fueran más accesibles, tanto para personas con alguna discapacidad / limitación, como para grupos de edades avanzadas o con mayores dificultades de acceso. En el ámbito nacional, desde el Real Decreto 193/2023, de 21 de marzo, quedaron reguladas las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación de las personas con discapacidad para el acceso y utilización de los bienes y servicios a disposición del público. O dicho de una forma más directa, si ofrecemos un servicio público, este tiene que ser accesible para todos los usuarios o podríamos incurrir en discriminación.
En particular y a nivel nacional, todo esto implica el cumplimiento de los requisitos de prioridad A y AA de la norma UNE 139803, basados a su vez en las WCAG 2 publicadas por la Web Accessibility Initiative perteneciente a la W3C, la mayor autoridad mundial en accesibilidad. Aplica a los bienes y servicios que se ofrezcan en todos los sitios web o aplicaciones. Entre los 55 requisitos A/AA que comprenden las WCAG 2.2 se incluyen guías sobre el contenido no textual, características sensoriales, uso del color, teclado, etc. Entre todo este amplio conjunto de criterios de éxito se encuentra, por ejemplo, el uso de sistemas de navegación consistentes, la posibilidad de realizar zoom de hasta 400% sin perder información, realizar cualquier acción mediante teclado o la optimización para tecnologías asistivas como lectores de pantalla.
¿Qué conclusión podemos sacar de este breve repaso de la normativa vigente? Pues bien, en primer lugar, que los fabricantes y los desarrolladores web tienen ya un marco normativo consolidado, concreto y ambicioso sobre el que trabajar. Ahora lo único que queda es, quizá el mayor reto, implantar una verdadera cultura de compromiso con la accesibilidad, más proactiva, dinámica y, sobre todo, que se halle respaldada por todos los departamentos y áreas de la compañía.
Porque cuando hablamos de accesibilidad ya no es suficiente tener como objetivo superar una certificación parcheando nuestro producto con el mínimo esfuerzo posible, estamos hablando de algo de elevada importancia, nuestros usuarios y el nuevo mundo digital que estamos ayudando a crear en esta transformación. Para que nuestros productos no dejen atrás a nadie es necesario realizar cambios a nivel organizativo, desde las fases más iniciales de conceptualización y diseño, para garantizar así que en fondo y forma cualquier solución digital que brindemos al mercado sea realmente inclusiva sin que esto implique un sobreesfuerzo o sobrecoste. Vayamos un paso por delante y dejemos que la inclusividad forme parte de nuestra cultura o incluso de nuestro ADN.
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