Matt Fisher, Director de Producto para Gestión de Infraestructuras de FrontRange Solutions, nos explica porqué no es aconsejable dejar para más adelante la actualización al nuevo sistema operativo de Microsoft.
Cuatro etapas para asegurar el éxito
Las mejoras que implementa el nuevo sistema operativo hacen, en definitiva, que la migración hacia Windows 7 sea un paso lógico y natural en la actualización del software de cualquier organización. Para completar el proceso con éxito, y de la manera menos costosa posible, son necesarios cuatro pasos: planificación, auditoría, despliegue y gestión post-instalación.
La planificación del proceso debe comenzar con la creación de un equipo técnico que cuente con un respaldo ejecutivo, dispuesto a asegurar la financiación del proceso, tras el preceptivo cálculo del ROI, y la gestión del mismo. Hecho esto, se puede comenzar a trabajar en la siguiente y fundamental etapa: la auditoría. Una gran preocupación para las empresas es el histórico de la infraestructura, que puede causar incompatibilidades con el nuevo sistema debido a su antigüedad, y la consiguiente complejidad derivada de la necesidad de utilizar métodos de migración y gestión del sistema operativo que los afecten. En el momento de reorganizar los recursos IT, y ante la presión de reducir costes, muchos directores de gestión IT pueden mostrarse inseguros respecto a cómo proceder. Para evitar cualquier prolongación en el tiempo y en el presupuesto es necesario saber exactamente qué activos IT (tanto de hardware como de software) están en la red corporativa. Es decir, es necesario realizar una auditoría completa que ayudará a determinar los nuevos requerimientos de hardware y potenciales compatibilidades.
En este punto, cabe diferenciar si la migración se produce desde Windows Vista o desde sistemas precedentes al mismo. En el primer caso, la compatibilidad de los drivers y la gestión de red está garantizada, por lo que reducimos drásticamente los riesgos inmediatos a la migración. En el segundo caso, la complejidad y el coste de la operación serán mayores, puesto que nos enfrentamos a posibles incompatibilidades y actualizaciones de los activos IT. Estas consideraciones serán fundamentales a la hora de realizar el cálculo de riesgos derivado del proceso de migración.
Asignados los recursos humanos y económicos, y con una fotografía fiable de la situación presente y futura de los activos IT, se puede comenzar el despliegue del nuevo software en toda la red. Lo ideal es utilizar herramientas de distribución automáticas para acelerar el proceso de empaquetamiento, testeo y despliegue del sistema operativo en determinados activos de la empresa. Aunque pueda parecer que el proceso termina aquí, eso está lejos de ser así. Como ocurre con cualquier nuevo software, la gestión post-instalación es crítica para asegurar el éxito. En este punto, es importante asegurar que los activos IT queden acordes con la configuración del software y el resto de las políticas establecidas; además de llevar a cabo un proceso de formación de los usuarios para que estos saquen el máximo partido al nuevo software.
Como conclusión, cabe decir que la migración a Windows 7 será un proceso más o menos complejo en función de la situación actual del software de cada organización. Aunque el temor a abordar un cambio tan profundo es comprensible, retrasar la decisión no hará sino encarecer el proceso y situar a la empresa en una posible situación de pérdida de competitividad. La mejor manera de asegurar el éxito del proceso es realizar desde ahora mismo una buena planificación sobre la que apoyar el resto de los pasos a adoptar: una fórmula en cuatro etapas que garantizará una migración sin sorpresas.