Matt Fisher, Director de Producto para Gestión de Infraestructuras de FrontRange Solutions, nos explica porqué no es aconsejable dejar para más adelante la actualización al nuevo sistema operativo de Microsoft.
La implementación de Windows 7 supone para miles de empresas uno de los cambios tecnológicos más profundos de los últimos años. La migración hacia el nuevo sistema operativo por parte de las mismas está aún por despegar y se espera que ésta se produzca a partir de la segunda mitad de 2010. Muchas compañías ven con preocupación este tipo de cambios, que afectan a todo el ecosistema IT de una organización. Y, sin embargo, realizar la migración cuanto antes es fundamental para no perder competitividad en los meses venideros y hacerla, además, con una buena planificación asegura que el proceso no sea traumático ni implique costes innecesarios.
Aunque muchas firmas se mantienen en la idea de no acometer la implementación del nuevo sistema operativo hasta finales de 2010 e incluso 2011, comenzar a planificar el proceso tan pronto como sea posible es la mejor manera para evitar costes innecesarios y evitar ajustes de última hora. Considerando que muchas organizaciones necesitarán entre 12 y 18 meses para completar la migración, la importancia de prepararse desde ahora es fundamental en aras a no experimentar retrasos que afecten a la competitividad empresarial y a los costes del proceso.
Lo primero que hay que plantearse es por qué migrar a Windows 7. Se trata de un sistema muy robusto que aventaja a su antecesor Windows Vista eliminando las principales debilidades de éste en lo que se refiere al uso de recursos de procesador y memoria. Entre las ventajas, destacan un arranque más rápido del sistema, una utilización de la memoria más efectiva, agilidad en la lectura y grabación desde disco y un interface más potente e intuitivo. Además, cabe destacar la seguridad y la fiabilidad que aporta el nuevo sistema.
Aunque parece que estas ventajas de Windows 7 deberían servir por sí solas como argumentos para que las compañías no retrasen la migración, la decisión debe pasar por un cálculo del ROI o Retorno de Inversión en el que se compare el coste del proceso con las ventajas tecnológicas del software y su repercusión en la productividad de los procesos de negocio. En el capítulo de gastos cabe sumar el coste de las licencias y la actualización de los activos IT, además de los recursos que se invertirán en personal, formación, etcétera destinados a la migración; en el capítulo de beneficios, la organización verá mejorada su productividad gracias a las posibilidades de explotación de las nuevas capacidades de conectividad, búsqueda, web y servicios multimedia del sistema y a la mejora de la agilidad y seguridad a la hora de manejar la información de su organización. Si el proceso está terminado cuando otras organizaciones comienzan a plantearlo, se adquirirá una importante ventaja competitiva en el mercado.