En los últimos tiempos se viene hablando mucho, en todos los sectores y especialmente en el sector TIC, de la escasez de talento cualificado. Esto en un país donde el paro juvenil alcanza unos niveles alarmantes que en algunas regiones roza el 50%.
Si bien las mayores tasas de desempleo se producen en los niveles bajos y medios de educación, incluso los jóvenes con educación superior manifiestan la dificultad que experimentan para encontrar su primer empleo estable.
Por parte de las empresas del sector TIC, lo que se percibe es que muchos jóvenes, a pesar de haber superado una carrera universitaria o un ciclo superior de formación profesional y de disponer de una buena base de conocimientos, no disponen de las competencias requeridas para ser productivos en el desempeño del tipo de trabajos que el sector ofrece, que por su naturaleza tienden a ser complejos, de manera que lo que se escucha en todas las empresas es “necesitamos seniors”, aunque todos sabemos que sin juniors no hay seniors.
La mayoría de las empresas TIC estamos envueltas en una vorágine de proyectos, donde los plazos son cada vez más cortos y las expectativas de los clientes y usuarios son cada vez más altas, no solo en cuanto al alcance funcional de los sistemas de información a desarrollar, sino también en lo que se refiere a la integración de nuevas tecnologías (IA, Big Data…) y herramientas que avanzan a toda velocidad.
Dejados a su suerte en una empresa TIC, los perfiles menos “espabilados” pueden tardar de 6 a 12 meses en alcanzar el nivel suficiente para hacerse realmente un hueco en un equipo, abandonando o desarrollando -en muchos casos- malos hábitos profesionales. Si tienen mucha suerte, pueden caer en un equipo que se (pre)ocupa de la capacitación de las nuevas incorporaciones; pero esto retrasa el ritmo de avance del equipo y produce un importante desgaste en los miembros más experimentados del mismo, especialmente si el nivel de rotación es alto.
Las empresas deben cuidar el desarrollo profesional de todos sus empleados pero más aún con el desarrollo de las incorporaciones “junior”, que se integrarán de manera paulatina en los diferentes equipos, siendo responsabilidad de los jefes de equipo cerciorarse de la correcta capacitación de estos juniors. Si han sido “alumnos brillantes”, no tendrás problema; pero si precisas perfiles más bajos, resulta complicado –por su escasez- encontrar esos perfiles “ideales”.
En Galicia se precisan cada año unos 5000 nuevos profesionales TIC, pero las escuelas de ingeniería relacionadas de alguna manera con el sector solo producen unos pocos cientos y no todos en las especialidades que más nos interesan al sector. Además, algunos egresados optan por desarrollar carrera en otras zonas de España y en el extranjero, lo cual está bien pero dificulta más la situación. Por otra parte, la formación profesional está produciendo miles de alumnos en materias relacionadas con las TIC, pero no siempre con el nivel de cualificación que requerimos las empresas.
En ambos casos, la formación que han recibido estos alumnos es fundamentalmente académica y más orientada a la transmisión del conocimiento del profesor a los alumnos que al desarrollo de las competencias profesionales de los mismos. Los profesores no suelen ser profesionales en activo, de manera que no están familiarizados con las herramientas que se utilizan en las empresas, que además están en continua evolución. Tampoco ayudan la rigidez y lentitud con la cual se desarrollan los planes de estudios, así como unos programas de prácticas que, por su corta duración, tienen una escasa utilidad.
En respuesta a estos retos, hace unos años optamos por diseñar un campus tecnológico focalizado en la capacitación de profesionales digitales. Aplicando metodologías orientadas a proyectos (aprender haciendo, clase invertida y de programación arriba-abajo), organizamos “bootcamps” (campamentos de instrucción) en los cuales reunimos a un máximo de 20 participantes organizados en 4 o 5 equipos cuyo objetivo es desarrollar un producto mínimo viable (MVP) de un software orientado a resolver una necesidad del mercado. Lo hacen aplicando metodologías ágiles y siguiendo las directrices de profesionales en activo altamente capacitados.
Las tareas pueden ser desarrollo de software, autoaprendizaje, documentación, aseguramiento de la calidad, benchmarking o lo que sea necesario para lograr el objetivo. Los equipos trabajan con los mismos frameworks y herramientas que utiliza una empresa y, finalmente, despliegan su producto en un entorno en producción en la nube. Para los participantes se trata de un entorno 100% real, donde existe la presión de cumplir el alcance y el plazo marcado, pero no existe el riesgo de fallar ante nuestros clientes, de manera que nos podemos “permitir” cometer errores, y aprender de los mismos, con más frecuencia de lo habitual. Dicen quienes participan en estos campus que aprenden más en el primer mes del bootcamp que en todos los estudios; lo cual les aclaramos que no es cierto, porque ya traen los conocimientos y lo que aprenden fundamentalmente es a aplicarlos en el mundo real.
Este tipo de campus tecnológicos resultan un buen parche para capacitar en menos tiempo a parte de los perfiles que la sociedad precisa. Muchas empresas de la industria tecnológica en Galicia estamos ya trabajando con los centros educativos para que estos métodos de capacitación profesional sustituyan a los esquemas de prácticas existentes.
En un entorno social donde hasta hay políticos que atacan públicamente a los empresarios y a las empresas, revindicamos que tenemos que ser parte de la solución y que es posible lograr escenarios en los que todos ganamos. Esto no se consigue solo con dinero, sino dedicándole esfuerzo, generosidad y cariño, y teniendo claro que a todos nos tienen que cuadrar las cuentas para que el sistema sea sostenible. De momento nos estamos encontrando a todos los implicados con los brazos abiertos y con ganas de hacer país, lo cual nos hace ver el futuro con esperanza.
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