El dónde se produce el aprendizaje está unido de forma permantente al qué, el cuándo, el por qué y el cómo aprenden los estudiantes. La generación actual de edificios educativos refleja con toda claridad este fenómeno. En ellos, los estudiantes aprenden habilidades y temas esenciales cada día y cada año lectivos, mientras los profesores actúan como dispensadores de conocimientos en edificios casi idénticos, similares a fábricas, que son el centro de todas las actividades pedagógicas. En este momento de nuestra historia, esta expresión del enfoque del dónde-qué-cuándo-por qué-cómo funciona bien para algunos, no del todo bien para otros y nada bien para demasiados.
Las dos últimas décadas han presenciado numerosos intentos de cambiar esta circunstancia, muchos de ellos fracasados. No hay que desesperar. La historia nos demuestra que un cambio en un eslabón de la cadena educativa del dónde-qué-cuándo-por qué-cómo puede llevar a un cambio en todos los demás. Es lo que sucedió al comienzo de los 50, cuando dos transformaciones alteraron la realidad pedagógica durante generaciones. El primero de ellos fue la duración del día y el año lectivos y el segundo fue el consenso sobre la necesidad de que los alumnos estudiaran los mismos programas de maneras predecibles y controlables, lo que llevó a la construcción de la actual generación de escuelas. Con el tiempo, estos consensos —el cuándo y el qué debían estudiar los alumnos— cambiaron el dónde se producía el aprendizaje y, posteriormente el por qué (universidad y trabajo), el cómo (profesores delante del aula) y, en última instancia, el quién (algunos estudiantes) de la educación contemporánea.
Hoy estamos viviendo una cadena de acontecimientos similares, pero de sentido distinto, en el mundo de la educación. Esta vez, es el factor del quién el que impulsa el cambio en el qué, el cuándo, el por qué y el cómo estudian los alumnos. Pocas personas podrían negar que los estudiantes de hoy en día son distintos a los de generaciones anteriores. Solo conocen un mundo dominado por la tecnología. La tecnología es una parte integral de su identidad y de lo que hacen fuera de la escuela. Hasta hace poco, la tecnología no formaba parte del qué hacían en la escuela. Con demasiada frecuencia, los alumnos con más conocimientos tecnológicos —equipados con ordenadores portátiles, teléfonos móviles, reproductores de MP3 y otros dispositivos informáticos— tenían que desconectarse de Internet, apagar sus equipos y desconectarse al entrar en la escuela.
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