Como suele ocurrir con las tecnologías incipientes que están llegando al mundo empresarial, existe cierta confusión con el término Inteligencia Artificial o IA. Esto viene provocado en gran medida por su uso indiscriminado para (casi) cualquier sistema que automatice tareas en la empresa o sea capaz de interactuar con los clientes. Según la RAE, la Inteligencia Artificial es la “disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”. Y según explica Gartner en su reciente informe “The CIO’s guide to Artificial Intelligence”, muchas definiciones de IA se “centran en automatización” sin tener en cuenta la parte más interesante desde un punto de vista empresarial que es “la emulación del rendimiento humano, generalmente aprendiendo de él”.
Estoy muy de acuerdo que un primer paso necesario para adoptar IA es la automatización, y también disponer de unos sistemas bien organizados e integrados con datos e información fácilmente accesible, pero eso no debe impedirnos ver el final del camino que es lograr implantar tecnologías capaces de aprender y tomar ciertas decisiones en base a la experiencia acumulada. Un ejemplo clarificador puede ser el de los chatbots que interactúan con consumidores a través de los canales definidos por la compañía para ello. Usando esta tecnología se logra un alto nivel de automatización y hay un claro beneficio empresarial, pero puede que ese chatbot no esté preparado para “aprender” de la interactuación con el cliente más allá de las reglas codificadas manualmente.
Otro ejemplo pueden ser las aplicaciones empresariales tipo ERP o CRM que suelen ofrecer métodos manuales para fijar políticas de precios, para establecer alertas de riesgo en el negocio, o medir el impacto de la entrada de un nuevo competidor en nuestro mercado. Muchos fabricantes de este sector ya hablan de IA en su oferta de productos, aunque la realidad en muchos casos es que el camino para llegar allí pasa primero por adoptar soluciones en la nube y lograr una mayor automatización.
No hay ninguna duda que el potencial de IA es inmenso y además está muy alineado con las prioridades actuales de la mayoría de compañías: crecimiento de ingresos, innovación para lograr/mantener ventajas competitivas y mayor eficiencia. El actual momento de transformación digital de las empresas está acelerando el interés en esta tecnología. La posibilidad de tener trabajadores virtuales que asuman parte de las tareas cualificadas que actualmente realizan los empleados (o que no son realizadas por nadie, impactando la calidad del servicio o las posibilidades de lograr negocio adicional) es algo muy atractivo para cualquier CEO. Para tener éxito en estas iniciativas, es muy recomendable buscar casos prácticos de necesidades del negocio que puedan ser resueltas por tecnologías basadas en IA. El CIO tiene una fantástica oportunidad de aportar valor a su compañía proponiendo proyectos que resuelvan necesidades reales basándose en tecnologías ya disponibles.
Como con toda tecnología incipiente, los “early-adopters” que hagan un buen trabajo de adopción, lograran ventajas competitivas que les harán crecer por encima de la media de su sector. Puede ser el momento de investigar esa posibilidad en su empresa.
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