Podemos intentar resistirnos, pero va a resultar inútil. El Cloud Computing lo está cambiando todo. Lo hace y lo hará más conforme pase el tiempo, pero en la curva de adopción de tecnología ya ha pasado la fase de los entusiastas y tecnólogos, ha cruzado el abismo donde muchas tendencias y soluciones caen y va camino de llegar a la cima de la mayoría inicial para llegar a la madurez de adopción en el mercado. Ante esta situación, tal vez lo mejor sea pensar en cómo vamos a tener que adaptarnos a esta arrolladora corriente. ¿Qué cambios tenemos que hacer en el equipo de TI, en el departamento de informática y en los presupuestos? O quizás, si mi negocio es de servicios de TI, ¿cuáles son los perfiles que va a requerir el mercado? ¿Cómo debo formarles?
Quien a día de hoy no haya adoptado una solución Cloud se está perdiendo algo. Sobre todo si no lo ha hecho en el ámbito de las nubes públicas, las que realmente le ayudan a aplicar economías de escala en la empresa.
En este sentido, no podemos perder de vista la esencia del Cloud Computing. Y es que la única manera de poder aplicar economías de escala es homogeneizar sistemas para todos, es decir, vivir en la nube pública. Es como vivir en un rascacielos (las llamadas arquitecturas multitenant) frente a vivir en un chalet. En arquitecturas multitenant todos tenemos la misma infraestructura tecnológica (en el rascacielos los ascensores, porteros, tejado, aire acondicionado, etc. aunque luego decoremos nuestros pisos de forma distinta).
De cualquier forma, es perfectamente comprensible que ninguna compañía va a poder dejar todo lo que tiene y “subirse” a la nube pública de un día para otro. Es aquí donde pueden cobrar cierto sentido las nubes privadas y las soluciones híbridas. Pasemos poco a poco de una infraestructura privada a una pública, utilizando virtualizaciones de CPDs, proveedores de infraestructura flexible y vayamos migrando poco a poco los servicios, empezando por el software base y acabando por las aplicaciones de negocio, verticales.
Y es que las nubes privadas, en muchos casos, pueden ser la evolución necesaria para muchas empresas, tal vez entendiéndolas como una prueba de concepto para demostrarse a sí mismas que pasar los servicios a la nube es viable y proporciona beneficios. En realidad y en el fondo queda patente que existe todavía un gran abismo que superar: la confianza en la “seguridad” de las redes públicas.
Para superar esta falta de confianza, tal vez fuera necesario hacerse algunas reflexiones: ¿Cuántos servicios existen por la red (basados tanto en nubes públicas como privadas) que manejan datos extremadamente sensibles? Bancos, centros sanitarios, servicios para el ciudadano… ¿Por qué ellos si pueden ofrecer estos servicios? ¿Quién dispone de mayor capacidad de inversión en seguridad, el oferente de un servicio basado en nube privada o el fabricante internacional de una nube pública consolidada? Si somos capaces de confiar en la gestión de las cuentas bancarias a través de internet sobre servicios basados en nube privada, ¿por qué no hacer lo mismo con otros datos de semejante criticidad, cuando está demostrado que, en la mayoría de casos, los fallos de seguridad se producen por errores humanos?.
Con estos antecedentes, a la hora de abordar un proyecto de migración a la nube, existen algunas cuestiones sobre las que merecería la pena reflexionar para valorar la idoneidad de apostar por la nube pública o la privada:
La nube pública se basa en economías de escala que le proporcionan una capacidad de inversión superior, no solo en infraestructura, sino también en servicios y es sobre todo en este último punto donde se encuentra el punto diferencial: la capacidad de innovación de estas nubes, que les permite evolucionar a mayor velocidad que las nubes privadas, con una capacidad inversionista más limitada.
Esta agilidad, a priori, puede no percibirse como un factor crítico, pero ¿qué pasaría si su competencia fuera capaz de adaptarse más rápido a los cambios, convirtiéndolos en una ventaja competitiva que le ocasionara pérdidas directas de oportunidades?
Llegados a este punto, y una vez asimilado el hecho de que la verdadera filosofía Cloud Computing es aquella que reside en las nubes públicas, podemos encontrarnos ante un nuevo temor: si todos compartimos una infraestructura y servicios comunes, ¿cuál será el valor diferencial de mi oferta frente a la de otras compañías con las que comparta “nube”?
Acabamos de dar con la clave para poder subirnos a la nube de la manera más eficiente: los servicios federados. Y es que será en la capacidad de ofrecer la mejor federación, es decir, integración de nubes donde pueda proporcionarse una mejor oferta de servicios a las grandes corporaciones.
Lo que el futuro nos depara es, por tanto, un mestizaje de nubes públicas. Interconectar los datos para poder ofrecer un servicio continuo y una experiencia consistente entre nubes. De esta manera, seremos capaces de aprovechar lo mejor de cada proveedor, y de ofrecer además un valor diferencial, aprovechando las economías de escala para poder rentabilizar la infraestructura y el despliegue de servicios, pero sin olvidar la personalización y parametrización de los mismos y la correcta integración y federación de todos los sistemas.
Seguimos teniendo por tanto mucho trabajo por delante. ¿Alguien se sube a la nube?
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