Las grandes ciudades concentran ya más de la mitad de la población mundial, según un informe reciente de McKinsey, que estima que en 2050 acogerán otros 2.500 millones de habitantes. Esta distribución de la población dificulta cada vez más la gestión de estos gigantes núcleos urbanos y plantea problemas de movilidad, sostenibilidad e incluso de seguridad para sus habitantes.
En este contexto, la evolución hacia las Smart Cities se erige como una buena opción para, a través de la tecnología y los datos, gestionar estos enormes núcleos urbanos de una forma más inteligente y eficiente y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Y, a tenor de las previsiones, 2018 será un año clave para su desarrollo, ya que según IDC, la inversión global en tecnología para impulsar las Smart Cities durante este año alcanzará los 80.000 millones de dólares.
Parece evidente que la conectividad será clave para el éxito de las Smart Cities. Hasta ahora uno de los retos que se planteaban era la existencia de una conectividad ubicua accesible y fiable. Los beneficios de los Smart Cities solo se conseguirán si hay conectividad continua para que los dispositivos puedan comunicarse entre ellos y que los ayuntamientos tengan visibilidad sobre el rendimiento de todos los sistemas de forma ininterrumpida.
En el contexto de las Smart Cities, la tecnología WiFi se presenta como un habilitador natural debido a la gran adopción de sus estándares, que permite que un amplio rango de dispositivos sean capaces de conectarse y comunicarse entre ellos,y a sus costes de despliegue relativamente bajos. El WiFi dispone de muchas ventajas frente a otras tecnologías porque ha evolucionado para adaptarse a muchas aplicaciones diferentes. Por ejemplo, se han desarrollado estándares (802.11ah) que operan por debajo de 1GHz que tienen un mayor alcance y resultan muy adecuadas para aplicaciones como sensores.
Sin embargo, para poder aprovechar todo el potencial de las Smart Cities y hacer frente a la gran demanda de datos derivada de su despliegue, serán necesarias redes WiFi robustas capaces de ofrecer una calidad de conexión adaptada a cada una de las aplicaciones. A consecuencia de la revolución tecnológica y social en la que nos encontramos inmersos, el WiFi evolucionará hacia un rol mucho más estratégico en los próximos años. Por eso, considero que, a partir de ahora, ya no será suficiente ofrecer conectividad a los dispositivos de forma aislada, sino que la prioridad será gestionar las redes WiFi de forma inteligente, así como controlar la eficiencia de servicio.
Las redes WiFi públicas tendrán un papel importante para el desarrollo de las Smart Cities. En particular, los operadores deberían aprovechar las redes de WiFi comunitarias porque presentan muchas ventajas para aplicaciones de Smart Cities. Una de las principales es que son eficientes en inversión y en costes operativos. Se trata de redes que no requieren el despliegue de infraestructura WiFi adicional, sino que aprovechan los CPE residenciales que los operadores ya tienen en casas de sus suscriptores para crear la red, convirtiéndolos en puntos de acceso públicos.
Además, ofrecen una cobertura muy importante a un coste muy bajo. Esto es muy relevante para que los dispositivos involucrados en aplicaciones de Smart Cities puedan conectarse en lugares a los que la cobertura de otras redes como la red celular no llega. Otra ventaja que vale la pena destacar es que las redes de WiFi comunitarias recogen mucha información que puede emplearse para monitorizar y optimizar servicios asociados a Smart Cities como patrones de movilidad y localización de dispositivos,concentración de personas, etc.
Los operadores deberían invertir en soluciones que facilitan el despliegue rápido y sencillo de las redes WiFi para poder entrar en el mercado de las Smart Cities antes de que sea demasiado tarde. En este sentido, las soluciones carrier-grade serán claves para dotar a los operadores de las herramientas que necesitan no sólo para desplegar y gestionar las redes WiFi comunitarias sino para optimizar su rendimiento y anticiparse a posibles incidencias.
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