En 2030 habrá 3.300 millones de dispositivos habilitados para la EOT en todo el mundo

El Internet de las Cosas (IoT) ha ganado terreno rápidamente en la última década. Se han desarrollado miles de millones de dispositivos IoT y aplicaciones de máquina a máquina (M2M) que crean eficiencias, ofrecen soluciones innovadoras para ayudar a afrontar los retos sociales, medioambientales y económicos y permiten una toma de decisiones más inteligente, informada y automatizada en sectores tan diversos como la industria, la sanidad y el transporte. A pesar de ello, las empresas de telecomunicaciones tienen dificultades para obtener ingresos significativos de la IoT.

El problema es que el verdadero valor de los datos de IoT no se aprovecha de forma adecuada ya que suele estar habilitado para un ámbito muy concreto del negocio. En muchas ocasiones, los datos generados no se comparten entre diferentes dispositivos y sistemas, lo que supone un enorme valor por explotar.

El paso hacia un mejor aprovechamiento de los datos pasa por el concepto de “Economía de las Cosas” (EoT) llevando el mundo de los dispositivos conectados al siguiente nivel, al permitirles comerciar de forma segura entre ellos en nombre de un usuario. Es decir, permite monetizar los datos generados en una red de dispositivos conectados participantes que pueden interactuar, comunicarse, comerciar y realizar transacciones entre sí a través de múltiples sistemas y entornos.

Se trata de un universo en el que las empresas de múltiples sectores industriales pueden transformar los bienes físicos en activos digitales negociables, para poder competir y operar en nuevos mercados online disruptivos. Además, una de las características clave de la EOT es la capa de seguridad que aporta por detrás y que, unida a la anonimización de los datos, permitirá que empresas y usuarios puedan funcionar en un entorno EOT sin problemas de seguridad.

Pero para entender por qué necesitamos realmente la EOT, debemos d etenernos en cómo ha evolucionado la Red.

Hasta ahora, con IoT y la existencia de la Web2, las grandes corporaciones habilitan lo que podemos y no podemos hacer con los dispositivos que hemos comprado y que a priori son nuestros. No obstante, a su vez, están recopilando datos sobre nosotros y sobre nuestro entorno en muchos casos sin que podamos ejercer control sobre ello aunque la regulación cada vez está más orientada a la protección del usuario.

Con la llegada de la Web3, las personas pueden poseer activos digitales y físicos, sin depender de un tercero. Arte, fotos, música, o en el caso de la Economía de las Cosas, derechos de propiedad sobre máquinas, vehículos o dispositivos y derechos de ganancia sobre el valor que generan.

Así, la Web3 permite distribuir la propiedad de las máquinas inteligentes entre las comunidades que utilizan y crear una nueva economía digital sin intermediarios. Digamos que es la caja que se necesita para construir una economía hecha de cosas conectadas. Además, la plataforma Web3 es segura gracias a la última tecnología blockchain, lo que significa que todos los dispositivos y máquinas conectados se verifican como fiables, permitiendo automáticamente intercambiar y comerciar con datos y dinero a través de conexiones seguras y encriptadas. Como resultado, las empresas pueden lanzar nuevos productos que son rápidamente verificados como seguros para hacer negocios, sin importar dónde se encuentren, y los dispositivos están listos para hacer transacciones financieras en tiempo real.

En la actualidad, la mayoría de los dispositivos y sensores conectados recogen y envían información a través de Internet. Pero la Economía de las Cosas va más allá. Posibilita que los dispositivos conectados verificados, como los vehículos, el mobiliario urbano inteligente o las máquinas, realicen transacciones de forma segura, sin incidencias, sin intervención humana y con pleno control del propietario.

Como decíamos, uno de los hándicaps de la IoT es que los datos generados muchas veces no pueden compartirse de manera sencilla entre distintos dispositivos y sistemas IoT, con lo que se pierde una gran oportunidad de desbloquear un mayor valor colectivo en una amplia red de dispositivos conectados. Este enfoque aislado significa que se pierden oportunidades de combinar fuentes de datos para crear perspectivas más contextualizadas con un valor más profundo.

Por ejemplo, mientras que una empresa de café puede saber qué café pides , a través de los datos recogidos en tu cafetera conectada, sin compartir esos datos a través de una red más amplia, como los datos también recogidos del contador de luz inteligente, nevera o coche, carecerán del contexto más amplio de tus otros hábitos o gustos, lo que limita, entre otras cosas, la publicidad dirigida personalizada.

Además, los propietarios de dispositivos tampoco suelen estar dispuestos a compartir sus datos de IoT con otras empresas, alegando preocupaciones sobre la seguridad de los datos y la autorización, así como la dificultad de proporcionar un registro inmutable de cada transacción.

Entonces, ¿cómo pueden monetizarse y compartirse los datos generados por los dispositivos IoT en todo el ecosistema? La respuesta está en impulsar la transición de IoT a EoT a través de una plataforma que genere una participación y colaboración abiertas entre un ecosistema de socios de toda la industria.

Para que se entienda mejor la diferencia entre la IOT y la EOT y la evolución de las tecnologías, hace diez años, buscabas una gasolinera y llenabas el depósito de tu coche.

Gracias a la IOT, puedes saber si una estación de carga de vehículos eléctricos tiene puntos de carga disponibles antes de ir, gracias a una aplicación que usa determinados sensores para controlar eso por ti. Pero al mismo tiempo que hace eso, también está recopilando todo tipo de datos sobre tu vehículo y tu comportamiento.

En la EOT, el coche conectado traslada lo anterior al siguiente nivel y paga por la recarga él mismo desde su propio monedero. Igualmente puede comunicarse con la estación y realizar la transacción sin necesidad de que exista ningún tipo de intermediario. Ninguno de los datos se transfiere a una empresa y el propio cargador incluso podría pertenecer a un conductor que te permite utilizarlo en sus horas de inactividad a cambio de una tarifa, a través de una App de la que eres propietario. Al no haber intermediarios, el resultado es que pagas menos y la otra parte gana un extra por la infraestructura que posee sin acceder a tus datos.

Para todo ello, esperamos ver el punto de inflexión en 2028, a medida que las empresas miren hacia la EoT para permitir la monetización de estos datos. Esta inflexión está impulsada en parte por el gran número de dispositivos IoT conectados que existen hoy en día, muy cerca unos de otros, en los que cada uno de ellos captura datos transaccionales que podrían ser de valor para el otro, en lugar de conjuntos de datos más grandes procedentes de fuentes distribuidas.

En este sentido, prevemos que en 2030 habrá unos 3.300 millones de dispositivos habilitados para la EoT en todo el mundo, lo que representa más del 10% del mercado global de la IoT y un crecimiento meteórico de los dispositivos conectados a la Economía de las Cosas que podrán comerciar entre sí de forma independiente y segura. De estos dispositivos EoT, hasta un 20% serán dispositivos conectados a móviles en 2030.

Así, entre las nuevas oportunidades de negocio de la EoT se encuentra el alquiler de vehículos, la compra de coches familiares con infoentretenimiento, los contadores inteligentes o las alarmas contra intrusos industriales. Estos son solo algunos casos de uso, otros incluyen paneles solares, semáforos, sistemas de inventario, o que una farola intercambie datos sobre los flujos de tráfico con otros objetivos de la ciudad inteligente. Y esto es solo el principio. Las cosas se pondrán realmente interesantes cuando todas estas máquinas empiecen a interactuar entre sí de forma cada vez más autónoma.

En definitiva, gracias a esta nueva plataforma de EoT, las empresas de múltiples sectores podrán conectar sus productos y estos serán verificados al instante como fiables, lo que les permitirá automáticamente intercambiar y comerciar con datos y dinero a través de conexiones seguras y cifradas, en lugar de tener que crear sus propios sistemas. Además, los consumidores tendrán la total seguridad de saber que están tratando con dispositivos verificados por una autoridad fiable, y ahorrará tiempo y energía.

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