En un momento en el que los fraudes están cada vez más presentes en el día a día, escuchamos constantemente que debemos cambiar nuestra contraseña con regularidad, y, sobre todo, utilizar una distinta para cada app o web combinándola con sistemas de autenticación en dos fases. El inconveniente es que esto requiere tiempo y energía.
La confianza en las contraseñas está cayendo. Ya existen varios estudios que demuestran las carencias que tienen las contraseñas tradicionales, pues muchas de ellas ya han sido hackeadas. Teniendo en cuenta el tiempo que requiere tener las contraseñas actualizadas sabiendo que, probablemente, no sean efectivas, ¿vale la pena seguir utilizando esta técnica?
Incluso las últimas herramientas de almacenamiento de contraseñas, los patrones en lugar de palabras y la posibilidad de copiar y pegar las contraseñas en los sitios web, no son una solución moderna y fácil de usar. Son un castigo por tener tantas cuentas online, a pesar de la cultura cada vez más digitalizada en la que vivimos hoy en día.
Vivimos en un momento de transformación. Una que se está acelerando debido a los cambios en el comportamiento de los consumidores y las oportunidades de negocio. Al mismo tiempo que avanzan estas oportunidades y la tecnología que las hace posible, también vemos técnicas para desarrollar fraudes más complejos. En este sentido, las empresas tienen la oportunidad de implementar métodos de verificación de la identidad mucho más sofisticados y fiables como es la biometría de voz. Con la tecnología adecuada, es muy difícil burlar esta prueba ya que la voz de cada persona es única.
Cuando hablamos concretamente del reconocimiento de voz, lo que se hace es capturar los rasgos únicos de la persona o, mejor dicho, de su aparato fonador. Este tipo de biometría analiza cientos de parámetros físicos de la voz, la frecuencia vocal y la cavidad buco-nasal, de tal modo que el índice de efectividad es altísimo.
Actualmente, es posible comparar una muestra de voz con lo que se llama una huella vocal y saber si corresponde o no a la misma persona, o sea, se hace la verificación. También se puede comparar con varias huellas vocales y descubrir a quién pertenece, lo que vendría a ser la identificación.
La biometría ofrece numerosos beneficios, ya que permite de forma fiable la autenticación remota con la consiguiente eliminación del fraude; no es un sistema intrusivo, ni requiere del conocimiento de un idioma; su precisión está completamente demostrada y tiene un largo recorrido en múltiples ámbitos, tanto físicos como digitales, facilitando la omnicanalidad.
No tardaremos en verla habitualmente para compartir datos con instituciones financieras sin el riesgo de que se filtren datos, para la aceptación de pagos o para incorporar clientes prepago. Es, sin duda, la clave para detectar ataques de impostores e incluso imágenes transformadas, garantizándonos que somos dueños de nuestra información.
Ahora es un recurso muy útil en el campo de la seguridad o la atención al cliente, siendo un método con un gran respeto por las leyes que regulan la privacidad y los derechos de la ciudadanía. De esta manera, según vaya usándose la identidad digital en más y más servicios, ya sean públicos o privados, la biometría se irá normalizando en mayor medida hasta que nuestra convivencia con ella sea absoluta.
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