En la Economía de las Aplicaciones, en la que personas, dispositivos y todo tipo de datos están conectados, las empresas son conscientes de que la seguridad va más allá de proteger. Los clientes están bastante dispuestos a compartir sus datos personales, siempre que su privacidad está garantizada y sólo si el objetivo es facilitar su experiencia y mejorar su comodidad. La sencillez y la seguridad son los dos factores clave cuando se habla de identidad digital, que mejora la experiencia del usuario en su interacción con los servicios online.
De hecho, un estudio reciente de CA Technologies revela que entre las prioridades de las empresas en materia de seguridad, además de la protección frente a brechas de seguridad (45%), las organizaciones españolas encuestadas destacan la protección de la identidad de los usuarios y clientes (43%), seguida de cerca por la mejora de la experiencia del cliente en plataformas móviles (40%), cifras muy similares a las del resto de organizaciones europeas. La movilidad, el BYOD o el Internet de las Cosas llevan a una empresa constantemente conectada, lo que genera nuevos riesgos y complejidad tanto para empleados como clientes y socios.
En concreto, de acuerdo con el informe, las aplicaciones y dispositivos móviles están impactando en las políticas de seguridad tanto por lo que respecta a clientes, un 38% de los encuestados españoles consideran que el impacto está siendo significativo o alto, como respecto a empleados (un 47%, el porcentaje más alto de toda Europa).
La marcada tendencia de los usuarios a utilizar los dispositivos móviles para interactuar en el ámbito público y corporativo, apunta a una mayor difusión de la identidad digital, un “identificador único” que contiene la información sobre cada individuo, su historial y sus intereses. La identidad digital no es sólo el nombre de usuario y la contraseña habitual, sino una especie de pasaporte que facilita a los ciudadanos las relaciones online y ayuda a las empresas a llegar a conocerlos mejor para ofrecerles productos y servicios más adecuados a sus necesidades y con mayor prontitud. En pocas palabras, la identidad digital se está convirtiendo en una nueva moneda. También es preciso tener en cuenta que, en muchos casos, el concepto y el valor de la identidad digital pueden amplificarse, gracias al creciente número de nuevas fuentes de información personal. No hablamos sólo de los datos de las transacciones online (compras, pagos de facturas), sino también de los medios de comunicación social (“me gusta”, preferencias, vídeos y fotos, lugares visitados) y del Internet de las Cosas.
Toda esta información, vinculada a individuos, ya permite a las empresas adaptar sus productos y servicios prácticamente en tiempo real a las necesidades de sus clientes. También son capaces de ampliar su negocio a nuevos mercados o perfilar su posicionamiento en el mercado.
En este punto, un estudio de BCG indica que, para el año 2020, el valor generado en Europa gracias a la difusión de las identidades digitales podría reportar unos beneficios económicos anuales de 330 millones de euros, tanto a organizaciones públicas como privadas, a través de mayores ventas y menores costes, pero también a través de mayores ingresos fiscales. El mismo estudio revela que los beneficios para los consumidores (personas físicas) serán aún mayores: 670 mil millones de euros al año para el 2020. Esto se atribuye a múltiples causas. Los consumidores ahorran tiempo a través de transacciones de autoservicio automatizado, ahorran dinero cuando las empresas reducen los precios porque ganan en eficiencia, y también obtienen beneficios con los servicios online gratuitos que aprovechan el uso de los datos personales. El valor total combinado de las identidades digitales podría ascender a aproximadamente el 8% del PIB de la UE en 2020.
Pero hay mucho más que el valor económico. Las aplicaciones que dependen en gran medida del uso de las identidades digitales también pueden ayudar a hacer frente a algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad, por ejemplo en el ámbito de la salud. Con el envejecimiento de la población de Europa, las aplicaciones de medicina personalizadas, los sistemas de apoyo a las decisiones y el intercambio de información de salud entre médicos, hospitales y laboratorios pueden mejorar la calidad y eficiencia de la atención asistencial. En el sector público, las iniciativas que se basan en los datos y en el uso de identidades digitales deben impulsar la mejora proactiva de servicios de la administración e iniciativas mixtas que revertirán en un gran crecimiento económico.
Los beneficios que ofrecen las identidades digitales – cuando se manejan con cuidado y de manera efectiva – son enormes.
El éxito de la llamada “economía colaborativa” – que pone la experiencia del usuario por delante de la propiedad de un producto o servicio – también dependerá de que se establezca una relación de confianza mutua entre el usuario y el proveedor. Los primeros estarán dispuestos a compartir su información más privada a cambio de velocidad, personalización y ahorro económico. Por su parte, los proveedores estarán preparados para desarrollar una nueva presencia en el mercado, sólo si pueden estar seguros de que los datos de sus clientes están verificados y asegurados, especialmente si hay pagos online de por medio. Todo esto se puede lograr a través de una gestión eficaz de las identidades digitales que genere confianza mutua.
Pero ¿cómo podemos mejorar la confianza mutua? Utilizar una identidad digital existente emitida por una proveedor de identidad de confianza para acceder a aplicaciones puede ayudar a las empresas a resolver la búsqueda de simplicidad, seguridad y una experiencia positiva para el cliente. Un estudio realizado por el Ponemon Institute, por ejemplo, indica que los departamentos de TI y las líneas de negocio coinciden en que sus organizaciones serían capaces de ofrecer a sus clientes más servicios y programas online si esas identidades digitales fueran validadas por un tercero de confianza. Más comodidad para el cliente, nuevas oportunidades de negocio para las organizaciones.
Varios países europeos están abiertos a confiar en el reconocimiento y la validación de los usuarios de los llamados proveedores de identidad: organizaciones de terceros (como servicios de correo nacionales, proveedores de telecomunicaciones y bancos) que actuarán como intermediarios entre los proveedores y los clientes, dando fe de la información y garantizando la seguridad para ambas partes. Gracias a la función central del proveedor de identidad, que debe incluir la protección de la privacidad, será posible acceder a los servicios o productos de compra utilizando un ID, único para cada individuo. Esto acabaría con los formularios a completar, complicadas solicitudes y algunos problemas de seguridad.
Pero aún hay más. El proveedor de identidad sería también capaz de recoger más información en tiempo real sobre cada cliente con el objeto de responder a sus necesidades (o predecirlas) con mayor rapidez. Un ejemplo concreto es una compañía aérea que se entera – a través de las coordenadas GPS – de que uno de sus pasajeros llega tarde para su vuelo y le sugiere la forma más rápida para llegar al aeropuerto o le informa sobre las zonas de tráfico más denso.
En un mundo cada vez más conectado diseñado para realizar transacciones y búsqueda de información en línea, las identidades digitales y sus protección se están convirtiendo en un pilar clave para el negocio, porque hay una correlación directa entre una mayor seguridad de los datos y el crecimiento del negocio, así como existe una correlación directa entre la seguridad y la confianza del cliente.
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