A menudo, nuestros clientes nos preguntan cómo conseguimos mantener este ritmo de innovación. Francamente, el ritmo de innovación es espectacular: de media, lanzamos al mercado un nuevo servicio o una nueva funcionalidad aproximadamente cada cinco horas; día y noche, 365 días al año. El 90 ó 95% de nuestros planes de desarrollo surgen de las necesidades que nuestros clientes nos transmiten, por lo que podríamos decir que, en realidad, materializamos la innovación que los clientes conciben y lo hace a un ritmo prodigioso.
Cuando surge esta cuestión, solemos hablar sobre la cultura de innovación, que se caracteriza por el uso de equipos compactos, autónomos y autosuficientes; mecanismos como las PRFAQ1, y nuestra implacable obsesión por responder a las necesidades del cliente. Tras todas estas técnicas subyace una visión de cómo debe ser una empresa innovadora.
Las empresas que busquen seguir innovando y prosperando en la era digital deberán asegurarse de tener en cuenta sus flujos de efectivos, no solo los ingresos y los gastos. Este es, de hecho, un elemento clave de nuestra filosofía en lo que respecta a la innovación y a la creación de una compañía sostenible en un mundo digital tan cambiante y tan sujeto a las necesidades del cliente. Nuestros clientes empresariales nos comentan que lo que les preocupa es “blindar el futuro” de sus compañías. Dicho de otra manera, asegurarse de que pueden seguir sobreviviendo en una era de revoluciones, transformaciones y obstáculos mínimos para el surgimiento de nuevos competidores en el mercado.
Una de las razones por las que lo menciono es porque las empresas tradicionales centran demasiada atención en los gastos de capital y poca en los gastos operativos. Al realizar el tránsito a la nube y adoptar una filosofía moderna para la creación de aplicaciones (DevOps, por ejemplo), resultará inevitable que se produzcan ciertos cambios en estas categorías de gastos. Como ilustraré en los siguientes párrafos, la repercusión de la nube en los gastos operativos es mucho más sutil de lo que cabe esperar en un primer momento.
Para adoptar una visión más integral de la repercusión de la nube y los nuevos modelos de distribución informática, las empresas deberán tener presente las consecuencias que esto tendrá para sus finanzas a la hora de plantear sus estrategias digitales:
La primera es, por supuesto, el tempo de los flujos de efectivo ligados a los gastos en infraestructura informática y desarrollo. Adquirir nuestra propia infraestructura e instalarla en un centro de datos puede no ser un gasto inmediato, pero sí es una salida de efectivo considerable. Si tenemos en cuenta el valor final del dinero, este gasto inicial reduce el valor neto actual de la inversión.
La segunda es que, aunque el uso de la nube para migrar los costes de infraestructura a un modelo de facturación en función del uso incremente los gastos operativos, la nube y DevOps también contribuyen a reducir otros gastos operativos; en algunos casos, drásticamente. La compañía ya no tendría que pagar por el mantenimiento de su infraestructura y centros de datos y las infraestructuras en la nube permiten tener equipos más pequeños al cargo de las operaciones. Gracias a la nube y a un conjunto sólido de procesos DevOps, el mantenimiento y expansión de la infraestructura informática también puede ser más eficiente y compacto.
La tercera es que utilizar la nube puede acelerar considerablemente los procesos de distribución de sistemas informáticos, reduciendo los costes por unidad de valor distribuido. El desarrollo de software y la provisión de sistemas informáticos suelen ser gastos significativos para las empresas. La nube también ofrece componentes independientes que pueden utilizarse para distribuir sistemas en régimen de facturación en función del uso. Una vez más, esto mejora los tempos de salida de efectivo de la empresa. Y lo que es más importante, la empresa puede comercializar sus soluciones más rápidamente de la mano de productos que generan ingresos y reducen costes, acelerando así la entrada de efectivo.
La cuarta es que, al alterar el tempo de las salidas de efectivo, la nube puede contribuir a reducir los riesgos considerablemente. En un mundo tan incierto como el actual, las empresas corren el riesgo de que grandes gastos de capital no ofrezcan los resultados esperados. Con el modelo de facturación en función del uso que ofrece la nube, las empresas pueden ajustar sus niveles de gasto o incluso interrumpirlos totalmente en función de los resultados obtenidos.
¿Por qué es esto relevante para las empresas que buscan realizar el tránsito digital? En buena medida porque sabemos que el valor a largo plazo de la compañía depende del valor neto actual de sus futuros flujos de efectivo. O, lo que tal vez sea más relevante dada la preocupación por la resistencia y solidez de las empresas en esta era de transformación, porque los flujos de efectivo son cruciales. El cambio del tempo de los flujos de efectivo, como apuntaba anteriormente, es un factor crítico a la hora de reducir riesgos en nuestras inversiones.
Sin embargo, la principal repercusión para la empresa es la innovación continua. Para una empresa resulta difícil y arriesgado adoptar nuevas ideas si estas requieren grandes inversiones de capital al contado antes siquiera de saber si se obtendrán resultados. Sin embargo, si los costes iniciales son reducidos y se puede contar con el efectivo obtenido al reducir los gastos de capital, la compañía puede probar diversas ideas innovadoras y ver cuál es la más efectiva a la hora de generar capital.
Lo ideal en el mundo digital es ser capaz de aprovechar las oportunidades inesperadas que puedan surgir y de responder ante riesgos imprevistos.
Al reducir los gastos iniciales de capital, la nube ofrece a la empresa una mejor posición en lo que respecta a su efectivo, mitigando así riesgos, aumentando su agilidad y contribuyendo a su valor neto actual. En lo que respecta a lo financiero, la nube es clave para dar el salto digital.
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