Muchos expertos coinciden en que la digitalización ayuda a reducir las emisiones de CO2. Pero las cosas no son tan sencillas, ya que la propia codificación y el uso del software contribuyen de forma significativa a las emisiones de gases de efecto invernadero. La iniciativa GreenCoding de GFT, muestra lo que los desarrolladores y operadores deben tener en cuenta para reducir el impacto de la tecnología en el medio ambiente.
La emergencia climática es el mayor reto que enfrenta la humanidad en el siglo XXI y, por ello, gobiernos, inversores y tribunales exigen cada vez mayores esfuerzos para reducir las emisiones. Lo único que todavía está por definir es qué medidas debemos tomar para reducirlas. La digitalización desempeña un papel fundamental, ya que contribuye a hacer superfluos los desplazamientos, más eficientes los procesos de producción y más inteligentes las decisiones. Sin embargo, lo que a veces olvidamos es que las propias tecnologías de la información (TI) y la comunicación también generan emisiones y que representan actualmente entre el 5% y el 9% del consumo mundial de electricidad. De hecho, debido al ritmo de la digitalización, Enerdata prevé que esta cifra alcance el 21% en 2030. Dado que sólo el 11% de la producción mundial de energía procede de fuentes renovables desde 2019, la tecnología es ya un importante contribuyente a las emisiones de gases de efecto invernadero y con una cuota creciente.
Estas cifras tan abstractas apenas reflejan las dimensiones que conllevan. Los expertos estiman que una búsqueda en Google libera unos 0,2 gramos de CO2 equivalente. Si se quisieran compensar las emisiones causadas por cada búsqueda realizada en un solo año, habría que plantar unos 40 millones de árboles. Esta cifra parece pequeña en comparación con los 2.200 millones de árboles que habría que plantar por los 22 millones de toneladas de CO2 que emite cada año la minería de bitcoins. Un tercer ejemplo: si usted trabaja en su ordenador portátil durante sólo una hora al día, tendría que plantar un árbol cada año. Suponiendo que se trabaje ocho horas al día y se extienda a muchos millones de profesionales, el total se dispara.
A tenor de estas cifras, sentarse a esperar que los productores de electricidad aceleren su cambio a fuentes renovables no es una opción. En su lugar, las TI y el software deben reducir sus propias emisiones. El término “Green IT” es probablemente familiar para la mayoría de nosotros. La idea es reducir el consumo de energía de las TI principalmente a través de un hardware más eficiente, por ejemplo, haciendo que el funcionamiento de los centros de datos consuma menos energía. Pero lo que es nuevo es nuestro proyecto GreenCoding. Este concepto resume una serie de medidas encaminadas a desarrollar un software de bajas emisiones y más sostenible, cubriendo todos los elementos del ciclo de vida del software.
Los principios en los que se basa pueden sonar familiares a cualquiera que ya estuviera muy involucrado con los ordenadores en la década de 1980 con unas limitaciones importantes en los recursos disponibles. Pero, ahora, se han retomado por motivos diferentes: reducir las emisiones de CO2. Existen muchas posibilidades, como muestran algunos ejemplos de propuestas concretas de GreenCoding:
A pesar de todo esto, la optimización del software para la eficiencia energética todavía está en pañales porque muchas compañías piensan que tendrán que hacer frente a sus emisiones en el futuro. La realidad es que las regulaciones normativas son cada vez más estrictas: el Green Deal de la UE es solo una muestra. Además, inversores como Blackrock, el mayor gestor de activos del mundo, están ejerciendo una presión cada vez mayor sobre las empresas para que revelen su puntuación ESG.
En definitiva, la metodología GreenCoding puede ser de gran ayuda para las empresas que quieran afrontar ya el impacto de sus emisiones. Para empezar, GFT ya trabaja en una evaluación cualitativa, una lista de control que pondera las medidas individuales en función de su efecto y ofrece a los usuarios información sobre los aspectos en los que aún no se ha aprovechado el potencial. A continuación, estas evaluaciones se vincularán a las mediciones del consumo real y al ahorro conseguido. Se trata de una gran oportunidad para que cada compañía empiece a poner su grano de arena hacia un mundo más sostenible.
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