En la era digital en la que nos encontramos, la tecnología ha transformado todos los ámbitos de la sociedad, incluido la forma en la que operan las empresas. La digitalización nos ha aportado innumerables ventajas, pero también ha abierto la puerta a la creciente amenaza de los ciberataques a través de ciberdelincuentes cada vez más sofisticados. Estos ataques representan una seria amenaza para la seguridad y estabilidad de las empresas en todo el mundo.
Los ciberataques a organizaciones públicas y privadas así como las ciberamenazas a raíz de la guerra entre Ucrania y Rusia han puesto de manifiesto la importancia de contar con medidas de seguridad capaces de proteger la información de las empresas. Los datos hablan por sí solos: en 2022 el 94% de las empresas españolas sufrió un incidente relacionado con la ciberseguridad y España se sitúa como el tercer país del mundo en sufrir ciberataques, según los informes de Deloitte.
Estos sucesos se desarrollan en un contexto en el que la tecnología sigue avanzando e introduciéndose cada vez más en el negocio de las organizaciones, llegando a ser clave para hacerlas competitivas y rentables. Vemos como el presente de las empresas pasa por una fuerte tendencia hacia el uso masivo de infraestructuras Cloud y el futuro, aún incierto, parece estar orientado hacia la inteligencia artificial. En este escenario, la inversión en ciberseguridad se presenta como algo común a todas las tendencias tecnológicas, tanto que consultoras como IDC prevén que en este 2023 crecerá un 12%.
Cualquier sector es susceptible de sufrir este tipo de ataques, independiente de que sean grandes compañías o pequeñas empresas. De hecho, las pequeñas y medianas empresas a menudo se convierten en objetivos más vulnerables debido a sus limitados recursos y sistemas de seguridad insuficientes, de forma que el 60% de las pymes europeas se ven abocadas al cierre en los siguientes seis meses tras sufrir un ciberataque tal y como recogen informes de Google. Pasar por alto este aspecto puede tener consecuencias devastadoras que van más allá de lo económico como dejar al descubierto información muy valiosa para ellas, paralizar su actividad y generar costes de recuperación muy significativos.
En este aspecto es importante remarcar que las empresas que se ven implicadas en problemas de ciberseguridad, ven afectada su reputación y aleja a los nuevos usuarios por miedo a que se repitan las brechas. Los clientes esperan que la información personal que comparten sea confidencial y tenga la protección adecuada.
Hasta hace no mucho, los principales KPIs buscados tanto por fabricantes como grandes organizaciones que consumían tecnología en su negocio eran: performance, adecuación funcional a requisitos de negocio y número de incidencias en producción. El avance de la ciberdelincuencia ha obligado a añadir un nuevo indicador relacionado con el número de vulnerabilidades detectadas en los sistemas o aplicaciones de negocio. Por tanto, la ciberseguridad se está convirtiendo en una métrica de éxito en tecnología.
Además, gran parte de la inversión en ciberseguridad que hasta ahora se había centrado en proteger, está derivando hacia esfuerzos de prevención, que pueden abordarse desde dos planos distintos: la concienciación de las personas que usan la tecnología en el día a día y la construcción de sistemas más seguros.
En ese aspecto, la inversión en el desarrollo del código seguro continúa creciendo y cada vez encontramos más sistemas y marcos metodológicos para ayudar a la comunidad del desarrollo del software en el reto de incrementar la seguridad en las aplicaciones tales comoS-SDLC, CLASP, SSDF, o en España elCentro Criptológico Nacional (CCN-CERT) que se asegura de ofrecer recomendaciones sobre el desarrollo seguro, una guía de buenas prácticas en arquitectura, validación de datos de entrada y salida, criptografía y protección de datos entre otros puntos clave para desarrollar un código seguro complementado con un checklist práctico de controles de seguridad en el código.
Cada vez contamos con más herramientas para automatizar todo tipo de pruebas de seguridad, herramientas que permiten reforzar la seguridad de las empresas y que independientemente de su tamaño o marco de actuación, deben incorporar si quieren recorrer un camino con la mayor seguridad posible.
A pesar de ello, uno de los mayores retos en los próximos años y que contará con sus propias métricas será el desarrollo del código seguro. Para ello es necesario que las empresas continúen invirtiendo lo que permitirá la creación de aplicaciones más robustas, una mayor protección de sus datos, ahorrar en gastos imprevistos, aportar mayor seguridad a los clientes, además de ofrecer a los trabajadores la seguridad informática para desarrollar sus labores. Solo así afrontaremos un futuro incierto con un mínimo de garantías para las empresas y nuestra sociedad.
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