El valor de los datos es incuestionable. Algunos se refieren a ellos como el próximo recurso natural. Otros, menos grandilocuentes, como un bien económico.
Europa está lejos de liderar la explotación de las oportunidades que ofrece la gestión y analítica de información. De las 20 principales empresas proveedoras de tecnología Big Data sólo hay 2 europeas.
Para lo que sí parece dispuesta es a construir el sistema de protección de datos modelo para el resto de regiones.
“Los datos y su protección serán la divisa económica y comercial en la economía digital”, sentencia Francisco Fonseca Morillo en una jornada sobre Privacidad, Sociedad e Innovación que organiza la Universidad CEU San Pablo.
“El valor comercial del dato tiene grandes riesgos de interferencia en un derecho fundamental”, alerta. Y en Europa, los derechos fundamentales se toman en serio. Al menos a la hora de debatir. Pregunten si no a los operadores, quejicosos de que se priorice al usuario final frente a la actividad económica de su sector en el debate sobre la neutralidad de la red.
Los ciudadanos europeos cada vez confían menos en el procesamiento de datos por parte de las empresas. No es de extrañar. Como indica Fonseca Morillo, el 92% de los datos lo manejan empresas de telecomunicaciones sin consentimiento del usuario.
Y ante este panorama, Europa ya ha tomado riendas en el asunto.
En 2012 se impulsó una reforma global del sistema que se detiene en dos objetivos: el respeto a la privacidad de los ciudadanos para reforzar la confianza de los consumidores.
Se trata de un paquete de normas único para todos los países miembro que promete un ahorro de 2.300 millones de euros/año en costes administrativos y el rediseño de la estructura del sistema de protección de datos; con la simplificación de la transferencia internacional de datos y la creación de una sola autoridad de protección de datos.
El paquete incluye el mediatizado derecho al olvido que tantos dolores de cabeza está dando a Google. Uno de sus fundadores, Sergey Brin, bromeó recientemente con el tema. “Ojalá pudieran olvidar la sentencia”.
Es probable que Europa se les atragante a los gigantes estadounidenses cada vez más. Ya es una molesta piedra en el camino para Microsoft (recientemente multada por no incluir a los navegadores de la competencia en Windows 7) y para Facebook, por asuntos relacionados con la privacidad.
Y es que la reforma refuerza enormemente la soberanía del viejo continente. Es un golpe de autoridad sobre la mesa. Las normas se aplican a todas las empresas que operan en territorio europeo, incluidas por supuesto los gigantes de Silicon Valley. También refuerza el poder de las agencias nacionales de protección de datos que podrán imponer cuantiosas multas a quien no cumpla la normativa.
A pesar de los acertados movimientos en materia de protección, Europa necesita impulsar la innovación en el tejido industrial si no quiere perder el tren. Algún paso se ha dado, como es el caso del sector de la robótica. Pero serán necesarios más acuerdos similares para liderar la jugosa economía digital.
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