Cada segundo de retraso por una mala conexión móvil causaría estrés
Una investigación de Ericsson y Vodafone ha enfrentado a usuarios de smartphones a un bajo rendimiento de red y ha medido sus reacciones.
Los usuarios tienen poco aguante ante condiciones de red inestables. No lo decimos nosotros, sino que así lo revela un estudio conjunto de Ericsson y Vodafone Alemania que han aplicado la neurociencia para recabar la opinión de los propios internautas móviles.
Tras poner a prueba a 150 usuarios de banda ancha a los que se les pidió realizar diferentes tareas como navegar, conectarse a contenido en streaming y subir fotografías en diez minutos con ayuda de un smartphone y sometidos a bajo rendimiento de red, estas compañías han concluido que “hasta los mínimos retrasos e interferencias pueden elevar el nivel de tensión y estrés”. Y, así, “repercutir negativamente en su fidelidad e incluso en la imagen de marca del operador” que ofrece la conexión.
“El estudio demuestra lo rápidamente que se frustran los usuarios de smartphones cuando una red de banda ancha no está funcionando de modo óptimo”, ahondan desde Vodafone. “Un retraso de apenas un segundo al descargar o subir contenido tiene un impacto negativo significativo en la experiencia del usuario, de manera que los servicios de streaming tienen que hacer todo para evitar que el contenido se ralentice o se detenga”.
Los que menos toleran un retraso, por ejemplo, en la descarga de vídeos publicados en YouTube, son los usuarios más jóvenes. Los de 18 a 24 años se estresan un 38 % más que los que tienen más de 35 años. También se sabe que cerca de tres cuartas partes de los que están considerados como Millennials dejarían de ver un vídeo en el móvil si tarda más de 4 segundos.
Es más, un solo segundo de retraso en la descarga de vídeos ya provocaría estrés. Y el hecho de que la subida de selfies a Facebook lleve dos segundos de más, también.
Para llegar a estos resultados, Ericsson y Vodafone han monitorizado la actividad cerebral de los usuarios mediante electroencefalografía, además de usar equipo de rastreo ocular para estudiar la atención y pulsómetros para medir la frecuencia cardíaca.