La cultura nacional puede determinar el espíritu emprendedor, incluso en los hijos de migrantes
La probabilidad de que los inmigrantes de segunda generación se conviertan en emprendedores está relacionada con los antecedentes culturales de sus padres, según un estudio.
¿Se hereda la vocación emprendedora? ¿Hay más probabilidad de que si hay padres que han emprendido sus hijos también lo hagan? ¿Juega lo cultural un papel importante en este impulso?
Durante más de un siglo, los académicos han argumentado que la cultura puede ser uno de los determinantes profundamente arraigados del espíritu emprendedor. La evidencia de la investigación, sin embargo, ha sido inconsistente y parcialmente contradictoria. Esto se debe a que ha sido difícil para los investigadores separar el impacto de la cultura en el espíritu empresarial de otros impulsores específicos de cada país, como instituciones formales como leyes y reguladores.
Un estudio impulsado por la Escuela de Negocios de Copenhague y la Universidad de Groningen aporta evidencias al respecto. La investigación muestra que los conocidos como ‘inmigrantes de segunda generación’ tienen más probabilidades de iniciar un negocio si sus padres provienen de países con una fuerte cultura empresarial, en lugar de una cultura empresarial débil.
“La cultura del país de ascendencia de los inmigrantes de segunda generación afecta sus posibilidades de convertirse en empresarios a pesar de que los inmigrantes de segunda generación nacieron, se criaron y viven en el mismo país”, comenta el postdoctorado Johannes Kleinhempel, de la Escuela de Negocios de Copenhague.
Los resultados sugieren que las políticas y los programas de emprendimiento podrían beneficiarse al tener en cuenta el contexto cultural. Por ello, es fundamental que se tenga en cuenta este aspectoa a la hora de diseñarlos.
El profesor Sjoerd Beugelsdijk de la Universidad de Groningen afirma que “es muy probable que la efectividad de los programas de promoción del emprendimiento dependa de los valores y normas culturales predominantes, por lo que se justifica un enfoque culturalmente sensible a la promoción del emprendimiento”, dice.
Cómo se realizó la investigación
Los autores del estudio se sirvieron de dos muestras independientes: 65.323 inmigrantes de segunda generación de 52 ancestros diferentes en EE.UU y 4.165 inmigrantes de segunda generación de 31 ancestros en Europa.
Los investigadores también han encontrado que sus hallazgos son sólidos cuando se toman en cuenta factores no culturales como los recursos financieros, la discriminación en el mercado laboral, las habilidades y las conexiones familiares.
Además, es más probable que los inmigrantes de segunda generación en EE.UU. inicien sus propios negocios si los inmigrantes de segunda generación con los mismos antecedentes en Europa también tienen una fuerte tendencia hacia el espíritu emprendedor, y viceversa. Esto apoya la idea de que la cultura influye en el emprendimiento, ya que el único factor compartido entre estos dos grupos es su ascendencia.
Cuanta mayor relación, más posibilidad de ‘heredar’ el impulso emprendedor
Por otro lado, cuando padres e hijos han compartido más tiempo y mantenido una relación más estrecha, esta ‘transmisión’ del impulso emprendedor se hace más fluida. Hay más posibilidades de que los descendientes acaben montando algo por cuenta propia.
“Nuestros hallazgos muestran que la relación entre la cultura emprendedora (país de ascendencia) y la probabilidad de que los inmigrantes de segunda generación sean emprendedores se fortalece con la intensidad de la crianza, es decir, cuánto tiempo pasan los padres con sus hijos, ya que unas interacciones más intensas entre padres e hijos facilitan el aprendizaje cultural”, indica la profesora asociada Mariko Klasing de la Universidad de Groningen.
“En última instancia, lo que documenta nuestra investigación es que la cultura nacional es un determinante profundamente arraigado en la configuración del espíritu empresarial y esta influencia puede transmitirse a varias generaciones, incluso en diferentes entornos económicos e institucionales”, concluye Johannes Kleinhempel.