Las técnicas de espionaje de la actualidad no tienen que ver ni con el contexto ni con los espías que detallaban las novelas de Le Carré. Aunque hay algunas técnicas que no caducan.
Hoy en día, al margen de las agencias gubernamentales súper secretas, son las empresas quienes más demandan servicios y productos de espionaje con diversos fines. Los principales son dos: comprobar si los empleados utilizan información privilegiada para otros fines y cubrirse las espaldas en negociaciones de calado. Los medios para conseguirlos van desde sl software más sofisticado hasta los de toda la vida, como los micrófonos y cámaras ocultos en relojes.
Y es que hay mucho en juego. Además de los daños puramente económicos, una fuga de datos puede repercutir de forma irreparable en la imagen de marca de una compañía.
Según un estudio reciente de la Cámara de Comercio británica, el 78% de las empresas ha sufrido fugas de datos en los últimos 2 años. Según este informe, el 93% de las empresas que sufrieron una brecha de seguridad durante más de 10 días quebraron en un año.
Hay grandes casos de espionaje industrial entre empresas tecnológicas en la historia reciente. En 2006 se descubrió que HP había espiado a sus consejeros, el escándalo provocó la salida de la entonces presidenta Patricia Dunn.
También es conocido el caso de Google, que en 2010 detectó un ataque informático sofisticado desde China que tuvo como resultado el robo de información confidencial. Más recientemente Toshiba y SanDisk denunciaron el robo de secretos sobre la tecnología NAND Flash, con pérdidas que se estimaron en 980 millones de dólares.
Todos los casos confirman la vigencia de estas técnicas, que sólo son legales en casos determinados.
“El espionaje es un delito”, subraya Joaquín Oliva, asesor de seguridad la web especializada Espiamos.com. “Investigar sin consentimiento es ilegal y sólo los detectives privados pueden hacerlo”, matiza.
Oliva es portavoz de una compañía dedicada a vender artículos de espionaje y servicios y soluciones de seguridad para empresas y particulares. Su actividad es muchas veces la de una consultora y está estrechamente unida a las tareas de los detectives privados y los procesos legales, sin cuyo respaldo no podrían ejercerla.
Parte de su negocio se basa en ofrecer los servicios para que una empresa pueda tener pruebas para demandar a los empleados sospechosos de haberse llevado información confidencial. Se trata de “obtener las pruebas por si la empresa quisiera tener un informe legal que pueda aportarse como prueba judicial”.
Su empresa hace un presupuesto para alguna empresa preocupada por estos asuntos cada semana. “El problema es que lo solicitan cuando el incendio ya se ha producido”, lamenta. El caso más reciente es el de una compañía que investiga si unos trabajadores se llevaron información sobre patentes y la cartera de clientes a otra.
Explica que en casos de este tipo se efectúa un informe pericial de acceso a bases de datos, se rastrea en búsqueda de troyanos para determinar si siguen perdiendo información y en determinados procesos se investiga si se han colocado micrófonos o dispositivos ocultos para hacerles chantaje o forzar una negociación.
Como en todo, la actividad mediática influye mucho en los picos de demanda, también el abaratamiento de los gadgets disponibles en catálogo, aunque el negocio, dice, sobre todo en el ámbito profesional, ha existido desde siempre.
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