Aunque el hallazgo se ha producido en un barco inglés naufragado en el S. XVI, lo cierto es que el origen de esta “piedra solar” procede de hace más de mil años cuando los navegantes vikingos se valían de cristales de espato de Islandia, un compuesto cálcico, que dejaba pasar la luz del Sol, por tenue que esta fuera, con lo que se podía determinar su posición y así navegar en ausencia incluso de brújula, un ingenio que llegó a Europa en el S. XVIII, casi mil años después de que estos cristales comenzasen a emplearse.
Con el cielo totalmente encappotado, cubierto de nubes, con brumas o tormentas… no importan las condiciones meteorológicas, este solarstein de calcita, del tamaño de una pequeña pastilla de jabón, cortados sus ángulos hasta otorgarle forma romboidal, captaba la radiación solar fracturándola de manera que una de las facetas del cristal queda iluminada indicando lla dirección por la que llega la luz solar.
Aun va más allá la sorprendente utilidad de este instrumento. Según pruebas realizadas por los investigadores de la Universidad de Rennes (Francia) que han encontrado este primitivo “GPS” su efectividad es tal que cuatro horas después de la puesta de sol es capaz de señalar la posición del mismo, algo esencial en latitudes árticas cuando en verano los días son largos, el sol se oculta pero no llega a oscurecer del todo y no puede efectuarse una navegación adecuada mediante la posición de las estrellas.
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