En mercados globalizados y cadenas de valor cada vez más difusas como las actuales, las empresas necesitan mantener unos sistemas de información tan vastos, interconectados y rápidos que la única vía para competir es utilizar las nuevas tecnologías basadas en la computación en la nube y ubicua (wearables e Internet de las cosas), así como en el Big Data y el Data Science, como si fuesen el cerebro y el corazón de una nueva entidad digital.
En 2020, habrá al menos 26 billones de dispositivos inteligentes en hogares y oficinas, proporcionando datos segundo a segundo y generando miles de terabytes al día, pasando de los 4,4 ZetaByte a más de 44. Teniendo en cuenta este aluvión de información e interacciones, la visión endógena de la empresa tiene muy poco valor en esta nueva era empresarial, al carecer de la capacidad para entender este espacio como un todo.
Para evitar esa visión sesgada y peligrosa, las empresas tienen que ser capaces de generar una visión exógena de sí mismas. De este modo, deben ser capaces de identificar a los competidores globales y encontrar los mecanismos más rápidos y eficientes para anticiparse a un posible desembarco local o virtual en su mercado.
Esto requiere una conectividad, una capacidad de cálculo y almacenamiento y unas fuentes de información que hace cinco años no habría sido posible implementar, pero que, en la actualidad, están al alcance de cualquier empresa, sean grandes multinacionales o pequeñas PYMES, el único requerimiento es saber que existen y que se pueden integrar para dar una ventaja competitiva.
De no hacerlo, las empresas se arriesgan a que sus competidores sí lo hagan y a que estos pasen a tener una capacidad inédita para adelantarse a sus acciones y llegar con antelación al mercado.
Si pierden competitividad las empresas, la pierde la economía de un país a través de su impacto en el PIB, y cual juego de domino, puede generar unos procesos de ajustes económicos en toda la sociedad, aumentando el efecto negativo de decrecimiento, que lejos de ser temporal, representaría las bases de la reconversión de la economía del país. En juego esta 1,5% del PIB de la comunidad Europea en el 2020, lo que vendría a representar 206.000 millones de euros, del cual un 2% está directamente relacionado con la economía española, según el informe Big and Open Data in Europe.
Por este motivo, si la economía española no quiere quedarse en una economía de sol y playa, debe garantizar la correcta sensibilización y educación de empresas y futuros profesionales en el campo de las nuevas tecnologías de computación en la nube, ubicua y de Big Data, de forma que permita que las empresas y/o los futuros profesionales sean capaces de liderar esta nueva realidad disruptiva de la gestión de la comunicación y del conocimiento, y de esta forma garantizar la capacidad competitiva de su economía.
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