Su gran ocasión para demostrar las vulnerabilidades del telégrafo inalámbrico del inventor italiano llegó en 1903, durante una demostración en un teatro de Londres que dirigía el físico John Ambroise Fleming.
El objetivo de Fleming era enviar un mensaje telegráfico de larga distancia entre Londres y Cornwall, lugar en el que se encontraba Marconi, pero sus planes se vieron alterados por Maskelyne, ya que mientras se estaba preparando la demostración, el telégrafo empezó a enviar un mensaje que contenía un poema en el que se acusaba al investigador italiano de engañar al público asistente a la prueba.
Según parece, para llevar a cabo su “hackeo”, Maskelyne había instalado un transmisor de código morse en un local de su padre cercano al teatro, y desde allí fue capaz de transmitir la señal hasta el lugar donde se encontraba Marconi.
Una vez destapado el autor, este se defendió argumentando que lo había hecho para sacar a la luz pública las carencias de seguridad del telégrafo sin hilos.
Lo cierto es que el mago llevaba ya un tiempo espiando los mensajes que enviaba el científico italiano a través del telégrafo inalámbrico, ya que había construido un repetidor de señal de 50 metros de alto cerca del punto de transmisiones de Marconi, desde el que podía interceptar sus telegramas.
Lo que seguramente nunca imaginó Maskelyne es que más de 100 años después de su acción, sería recordado como el primer “hacker” de la historia.
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