El PERTE del microchip sigue sin arrancar en España
El PERTE destinado a la industria del microchip en España es el más ambicioso, pero también el que va más atrasado
El Gobierno español anunció el 4 de abril de 2022 un plan que situaría a España “a la vanguardia del progreso industrial y tecnológico”. Un año después el proyecto para la fabricación de microchips es el más ambicioso del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PERTE), pero también el que va más atrasado: de los 12.250 millones de euros previstos hasta 2027, aún no se ha ejecutado ninguno.
La producción de microchips se concentra en unos pocos países, principalmente en Asia y Estados Unidos, y España ya tuvo su propia fábrica desde 1987 hasta 2001, cuando la competencia del mercado oriental se llevó por delante la rentabilidad de la factoría de la multinacional norteamericana AT&T Electronics en Tres Cantos (Madrid). En la actualidad, Europa representa solo el 9 % de la producción mundial, según un estudio de Boston Consulting Group y la patronal estadounidense de semiconductores.
La búsqueda de la soberanía tecnológica
La pandemia del coronavirus puso de manifiesto los problemas de abastecimiento en diversas industrias, especialmente en la automoción, lo que llevó a los dirigentes occidentales a buscar la “soberanía tecnológica” y recuperar las fábricas que se deslocalizaron hace dos décadas. La Unión Europea prepara una ley con el objetivo de alcanzar una cuota de mercado del 20 % de aquí a 2030, movilizando 43.000 millones de euros de inversión público-privada, de los cuales cerca de una cuarta parte (11.000 millones) son ayudas directas.
En este contexto España ha ideado su propio plan nacional para aprovechar los fondos Next Generation aunque, de momento, otros países llevan la delantera. Mientras Estados Unidos recibe inversiones millonarias y Alemania, Irlanda y Francia ya han conseguido sus propias fábricas, el PERTE español es todavía una incógnita.
El 24 de mayo del año pasado, el Gobierno aprobó un proyecto que, según decía, convertiría a España “en un país de referencia en el diseño y la fabricación de chips”. Sin embargo la falta de procedimiento y las dificultades para atraer un capital extranjero por el que todos se pelean hacen que los resultados, de momento, sean muy modestos.