Aclaremos en primer lugar a qué se refiere el término colusión, un concepto que alude a jun pacto ilícito en perjuicio de un tercero. Es decir, desde el Parlamento de Reino Unido se estaría advirtiendo de una posible confabulación entre el gigante asiático y una de las principales empresas de tecnología de dicho país, con el objetivo de perjudicar a terceros actores, pudiendo ser estos tanto países como empresas.
El comité de Defensa del Parlamento británico ha emitido este jueves un informe en el que declara haber encontrado “claras evidencias de colusión” entre Huawei y el estado chino, lo que obligaría a que Reino Unido dejase de utilizar toda la tecnología procedente de el gigante asiático de la tecnología que ya tenía planeado implementar.
Recordemos que el pasado mes de julio el primer ministro británico Boris Johnson ordenó prescindir antes de 2020 de todo el equipamiento procedente de Huawei que estuviese implicado en el desarrollo de la red 5G en el país, decisión que fue explícitamente aplaudida por el presidente estadounidense Donald Trump, quien también ha prohibido en su país la adquisición de material de Huawei para la instalación de redes 5G.
En Estados Unidos se mantiene una pugna activa por parte de diversos lobbies contrarios a la inversión en equipamiento electrónico Huawei en relación con la implantación de la red 5G de acceso a Internet a alta velocidad. La empresa china ha demostrado ir a la vanguardia mundial en este campo, pero al mismo tiempo se mantiene una intensa sospecha sobre su estrecha relación con el Gobierno chino debido a las peculiaridades de participación “accionarial” en las empresas de aquel país, en las que hay una fuerte presencia del Estado, hasta tal punto que no puede hablarse en puridad de “empresa” en un sentido asimilable al occidental o al de las empresas cotizadas en Bolsa.
Aquí se mantiene una participación principal (o casi total) del Estado, por lo que resulta evidente la subordinación de los intereses de la empresa a los del propio Estado, instrumentalizado por el Gobierno chino, lo que comprometería la independencia en la toma de decisiones de Huawei y, por tanto, hace sospechar a la comisión de Defensa del Parlamento británico que la empresa podría servir de instrumento al país oriental.
En un paso más allá, desde algunas instancias estadounidenses se apunta directamente a Huawei como una herramienta empresarial puesta al servicio del espionaje chino, algo que desde la empresa se niega.
El presidente del comité de Defensa, Tobias Ellwood, afirma que “Occidente debe unirse de manera urgente para ofrecer un contrapeso a la dominación técnica de China, no debemos sacrificar nuestra seguridad nacional en aras de un desarrollo tecnológico a corto plazo“. El comité no ha ofrecido detalles sobre la naturaleza de estos vínculos encontrados entre China y Huawei, pero afirman que han detectado claras evidencias de esta “colusión con el aparato del Partido Comunista Chino“.
Los trabajos del comité tampoco han ofrecido una respuesta concluyente a si existen evidencias de una actividad de Huawei relacionada con el espionaje al servicio de China sino que se ha enfocado en las relaciones estructurales entre la empresa y el Partido Comunista chino, del que está demostrado que obtiene cuantiosa financiación.
Desde Huawei se niegan estas acusaciones y recuerdan todo el progreso tecnológico que han llevado a Gran Bretaña a lo largo de los últimos 20 años. Unos progresos que ahora el comité de Defensa buscaría purgar, en paralelo a la propuesta de Boris Johnson, pero alargando la fecha hasta 2025para hacerlo técnicamente posible, al considerar que el plazo inicialmente fijado es demasiado ambicioso y técnicamente inalcanzable.
Lo que sí es definitivo es que tan pronto como el próximo año Reino Unido deja de adquirir nuevo equipamiento 5G de la marca Huawei, en una estrategia que desde el mismo comité se reconoce como consustancial al vínculo geoestratégico que mantiene el país con Estados Unidos de América, en función del potencial riesgo de este acuerdo descubierto entre China y Huawei, aunque también admiten que no debe fomentarse una histeria anti-China, al tiempo que reconoce los beneficios mutuos de las relaciones económicas entre Reino Unido y China.
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