El mundo visto a través de unas smartglasses
Los smartwatches no son el único elemento de “wearable technology” que está captando la atención de fabricantes y usuarios, la fiebre de las gafas inteligentes también se ha desatado.
Dar acceso a Internet a más y más personas hasta crear una comunidad realmente mundial no es ya el único (gran) reto que se han propuesto compañías tecnológicas y ciertos organismos, como puede ser la World Wide Web Foundation de Tim Berners-Lee. Otro objetivo todavía en vías de consecución consiste en que dicho planeta conectado abandone el sedentarismo, de modo que cualquier persona pueda navegar en cualquier momento y desde cualquier lugar gracias a toda una serie de dispositivos móviles, entre los que destacan smartphones y tablets PC. No en vano esta última categoría está reventando las ventas de ordenadores personales. Pero también con la denominada “wearable technology”, que podemos traducir como “computación para llevar” o “computación que se lleva” encima, a modo de ropa o complemento.
El “boom” de Google Glass
A día de hoy se calcula que el mercado de la “wearable technology” genera unos 1.400 millones de dólares anualmente (o ése debería ser el nivel de ingresos a finales de año). Y para 2018 la cantidad rondaría nada menos que los 19.000 millones de dólares, según las previsiones de Juniper Research, lo que de cumplirse supondrá multiplicar la facturación por más de trece en sólo un lustro. A ello contribuirán sin lugar a dudas las smartglasses o gafas inteligentes tipo Google Glass que, auspiciadas por el equipo de ingeniería y también por la maquinaria publicitaria del gigante de Mountain View, están causando revuelo sin siquiera haber salido a la venta. De hecho puede que Europa se caiga del lanzamiento inicial y la espera se prolongue más allá de 2014, aunque eso no ha minado el interés de los usuarios (al contrario).
La idea que subyace tras las gafas de la compañía de la G es la de un asistente personal que está disponible al instante, siempre dispuesto a ayudar a su dueño al son de “OK Glass”. Han sido concebidas para buscar información y ofrecer respuestas adecuadas o para “responder sin necesidad de preguntar”, obtener direcciones sobre el mapa, traducir idiomas, enviar mensajes, atender llamadas o videollamadas, tomar imágenes estáticas y en movimiento e incluso mostrar en tiempo real aquello que se tiene enfrente para que los interlocutores que se encuentran en otro punto del globo terráqueo, quizás a miles de kilómetros de distancia, puedan disfrutar del mismo espectáculo, paisaje o situación. Y, a partir de ahí, se abre un mundo de posibilidades.
En Murcia, sin ir más lejos, se han utilizado de manera experimental para retransmitir una operación quirúrgica a cientos de rincones, centros universitarios y hospitales dispersos por el mundo, en riguroso directo y desde la óptica del propio cirujano, con todo el valor formativo que eso encierra. Y puede que en el futuro este tipo de lecciones magistrales sean sazonadas con los extras de consultar el historial del paciente, sobreponer información sobre la realidad o recibir justo cuando se necesita la opinión de otros colegas, por ejemplo. Todo ello con una montura de un único cristal de 640×360 píxeles de resolución que dará soporte también a usuarios miopes y se completará con cámara de 5 MP, micrófono, altavoz, 16 GB de almacenamiento Flash, posibilidad de sincronización con la nube y un día entero de autonomía.
Un segmento en constante crecimiento
Lo que quiere poner Google en circulación es sabido por (casi) todos. Al igual que lleva un tiempo en boca de los corrillos tecnológicos que uno de sus máximos rivales en el campo de los dispositivos (y de la innovación), esto es, Apple, trabaja en sus propias smartglasses. Las iGlasses proyectarían “una experiencia mejorada de visión” respecto a lo que estamos acostumbrados a contemplar por la calle o en casa en nuestro día a día, con potencial médico, de seguridad y de entretenimiento, de acuerdo con la patente que ha salido a la luz. Mientras, otro clásico como Microsoft estaría interesado únicamente en la parte del entretenimiento, con el proyecto para unas gafas especializadas en situaciones de multijugador y con capacidad incluso para reconocer rostros, convirtiendo a este dispositivo en un buen complemento para la pareja que actualmente conforman su consola Xbox y su sensor Kinect.Y hay más, muchos más. Veamos algunas muestras de ingenio en este terreno, todas ellas empeñadas en hacernos ver el mundo con otros ojos.
Sony ha ido mejorando poco a poco su concepto de gafas inteligentes, desde una “head-mounted display” al uso hasta trazar una montura con apariencia más práctica y sistema de doble visor; Canon dirige su aparatoso MReal Mixed Reality al modelaje en tres dimensiones para que las empresas interesadas tomen conciencia de cómo será el objeto representado una vez consigan sacarlo adelante; Olympus promociona MEG 4.0 como un gadget fácilmente integrable en la vida cotidiana que se conecta por Bluetooth a otros equipos, si bien no capta vídeo; un prototipo creado por NTT Docomo se ha propuesto derribar las barreras entre culturas a través de la lectura de textos y traducción automática en diferentes idiomas; Recon ha sacado unas smartglasses para deportistas, de modo que éstos podrán poner en práctica su pasión y aprovechar las apps de monitorización sin aislarse del mundo; y la startup GlassUp se ha quedado a las puertas de financiar vía Indiegogo su “cómoda segunda pantalla para el smartphone” que sólo recibe (no envía), aunque la materializará igualmente.
Una propuesta con sabor español
Los que todavía están a tiempo de conseguir el dinero que anhelan con esta misma plataforma de crowdfunding son los emprendedores españoles Santiago Ambit y Ricardo Urias, co-fundadores de ION Glasses. Se trata de “las primeras gafas inteligentes que interactúan con los smartphones y los tablets” (iOS y Android), según sus responsables, que además son “indistinguibles a simple vista de unas gafas normales”. Y lo cierto es que su aspecto es idéntico al de las monturas de pasta de toda la vida, tanto para ver como para protegerse del sol, lo que permite graduarlas y utilizarlas sin que llamen la atención por extravagantes. Para su fabricación se ha elegido TR90 o titanio plástico, un material al que se recurre en tecnología aeroespacial por su resistencia; se ha integrado un chip Bluetooth 4.0, un LED multicolor, un avisador sonoro, dos botones para control remoto así como una batería de 3 a 10 días de autonomía; y se ha coronado con un sistema de radar para evitar robos y pérdidas.
¿Y cómo funcionan? Gracias a una aplicación que regula la recepción instantánea de todo tipo de notificaciones, desde mensajes por mail, chat o SMS hasta llamadas, pasando por eventos en redes sociales o alarmas del calendario. Aunque los avisos lleguen a otros equipos, el usuario podrá administrarlos directamente con un dispositivo que llevará encima. Asimismo, será capaz de acometer algunas acciones estando a cierta distancia de los gadgets conectados y sin esfuerzo, como la reproducción de música para animar el ambiente, la sucesión de imágenes para una presentación visual y la activación de la cámara fotográfica o la propia grabadora de voz para que lo que está sucediendo sobrepase lo efímero y pase a la posteridad.
Especificaciones y funcionalidades aparte, ION Glasses quiere atraer al público por su asequibilidad, un punto que precisamente está fallando (junto a la falta de estética) en otros proyectos y en consecuencia está echando para atrás a los consumidores. El modelo más barato de estas gafas “made in Spain” está valorado en 129 dólares, si bien en la campaña de venta anticipada ha sido rebajado hasta 89 dólares. Durante los primeros días se ha vendido incluso por 79 dólares, que al cambio vienen siendo unos 58 o 59 euros, pero esta oferta inicial para un lote de 200 smartglasses ha volado. Los interesados pueden echar un vistazo a los perks disponibles en este enlace antes del 18 de noviembre. Eso sí, los repartos del producto no se producirán hasta febrero de 2014.