Diversas compañías han empezado a confiar en los aviones no tripulados, una tecnología típicamente asociada al ámbito militar y la vigilancia, para proveer de medicamentos a los países en desarrollo.
La startup Zipline nació hace cinco años con este propósito. Sus fundadores Keller Rinaudo, Will Hetzler y Keenan Wyrobek buscaban la forma de entregar medicamentos en cualquier momento a clínicas remotas y hospitales de Ruanda, tal y como recoge The Atlantic.
Zipline cuenta con un centro de distribución central donde los trabajadores empaquetan los medicamentos necesarios en cajas y las envían a través de drones a su destino. Los drones dejan caer el paquete y vuelven al centro de distribución evitando los costes de una pista de aterrizaje y de los sellos postales para los envíos.
En el aire, los aviones no tripulados siguen caminos específicos que pueden rastrearse y cambiarse a través de una aplicación móvil. Cada avión hace entre 50 y 150 entregas al día a 21 clínicas en toda la mitad occidental de Ruanda con capacidad de viajar hasta media hora.
Importantes organizaciones humanitarias también están aprovechando el uso de los drones para desempeñar su labor. Este es el caso de Médicos Sin Fronteras, que ha experimentado con aviones no tripulados de Matternet para el transporte de muestras de laboratorio de centros de salud remotos en Papúa Nueva Guinea.
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